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«Hay gente que puede comprar el futuro de la humanidad»

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Entrevistamos al actor Carlos Hipólito, que ha representado en el Teatro Principal de Zaragoza Copenhage. La obra gira en torno a la figura del científico Werner Hiesenberg y su papel el desarrollo de la bomba atómica y reflexiona sobre el impacto de la ciencia en la sociedad

Copenhague, obra del autor británico Michael Frayn, se ha representado en Zaragoza los pasados días 12, 13 y 14 de abril. El Teatro Principal ha recibido a Emilio Gutiérrez Caba, Carlos Hipólito y Malena Gutiérrez para hablar e interpretar una obra que, a priori, puede parecer especializada por sus temas científicos pero que alberga un subtexto lleno de magia.

La trama se desarrolla en septiembre de 1941 con el encuentro en la capital danesa del científico Niels Bohr y su alumno Werner Hiesenberg, quienes hablan sobre la bomba atómica que podía haber estado en manos de Hitler. Más allá de las investigaciones y la física cuántica, la obra es una reflexión ética y moral sobre cómo pueden afectar a la sociedad los avances en diferentes disciplinas científicas. Hablamos de todo ello con uno de los protagonistas de la representación, el actor Carlos Hipólito.

Una entrevista de Ana Calvo y Naiare Rodríguez para Entreventos.

Es una obra que genera dudas y pensamientos, tanto para los actores como para el público. En tu caso, ¿qué reflexiones te ha provocado?

Este texto plantea un montón de interrogantes y cuestiones sobre hasta qué punto las investigaciones científicas son necesarias para el avance de nuestra raza y cómo puede incidir la utilización de estos avances en el sentido contrario, bueno o malo. En esta obra se habla de la investigación nuclear. Si los científicos fueran, digamos, dueños de su trabajo seguramente todo estaría en buenas manos, pero realmente son los políticos los que acaban utilizando estos avances para su beneficio. La energía nuclear supone avances y posibilidades enormes para el ser humano, pero también supone la posibilidad de crear una bomba atómica que puede exterminar la raza humana y tener unas consecuencias terribles como lo que pasó en Hiroshima y Nagasaki.

Además, pienso en otros avances que a mí me preocupan mucho como las guerras bacteriológicas… Tener la posibilidad de alterar bacterias o virus de manera científica. Eso me da pánico. Si nos ponemos a pensar que nos pueden atacar desde ese punto, podemos pensar en una película de ciencia ficción, como cuando vienen los extraterrestres. También me preocupa el tema de la genética porque estamos alcanzando cosas maravillosas que, por un lado, pueden servir para curar enfermedades que hasta ahora han sido incurables, pero también se puede usar para crear un ejército de clones. La guerra de las galaxias está ya aquí. En fin, me ha hecho reflexionar sobre este mundo y lo poco dueño que somos de nuestras vidas y sobre lo realmente poco que sabemos acerca de quién de verdad nos manipula. Le echamos la culpa a los políticos, pero la mayoría de las veces están manejados por poderes que no son visibles, que están ahí ocultos con gente que en realidad tiene muchísimo dinero y puede comprar el futuro de la humanidad.

La historia está ambientada en septiembre de 1941, pero podemos ver a través de los distintos puntos de vista de los personajes que aquel entonces podría trasladarse a la actualidad. ¿Qué hay de ti dentro de todo este personaje?

Los actores aportamos a los personajes nuestra propia personalidad. Hay que tener en cuenta que no solo trabajamos con la voz y el cuerpo, sino también con nuestro mundo emocional. En mi caso, he intentado entender lo que le pasa a Hiesenberg porque es un hombre que en la obra cuenta cómo vivió más de 30 años entre reproches, hostilidades y dando explicaciones a todo el mundo al terminar la Segunda Guerra Mundial. Para los alemanes era un nazi repugnante que representaba lo peor de su país, para los extranjeros era un demonio y para el mundo científico quedó como un médico torpe que no supo fabricar la bomba ni los cálculos.

La tesis que plantea la obra es que mi personaje tuvo la posibilidad de fabricar la bomba, pero no quiso hacerlo para no dársela a un maníaco homicida como Hitler al ser un arma de destrucción masiva. Hiesenberg no fabricó la bomba no porque no pudiera, sino porque no quiso. Se convierte casi en un héroe de la resistencia contra Hitler. Si realmente lo que el autor plantea fue verdad, Hiesenberg es uno de los personajes peor tratados en la historia porque fue un buen físico y probablemente un buen tipo al parar lo que podía haber ocurrido. Sin embargo, la historia no le trató así, aunque, como digo, no sabemos si fue así. Para mí, como actor, es un personaje apasionante porque es un tipo enormemente frustrado que tiene dentro un mundo emocional que a nada que destapas un poquito sale al completo. Yo he intentado aportarle la mayor verdad posible para que llegue al espectador desde sus puntos de vista. No le juzgo, pero he intentado entenderlo para poder interpretarlo. A mí me ha aportado él quizá más de lo que yo le haya podido aportar al personaje porque me ha dado el disfrute de poder hacer un personaje emocionalmente tan rico y luego, además, todas estas reflexiones de las que hablábamos antes.

¿Te ha costado interpretarlo? Quiero decir, trasladarte a esa época…

Siempre cuesta porque para mí salir a un escenario y decir “hola, buenas tardes” y que la gente se lo crea ya me parece muy difícil, pero cuando tienes un personaje que está tan bien escrito cuesta menos y sobre todo cuando tienes la ayuda de un buen equipo alrededor. Yo tengo a dos actores estupendos que son Emilio (Gutiérrez Caba) y Malena (Gutiérrez) y a este director extraordinario. Y realmente he tenido mucha ayuda.

Se tratan temas como la física o la investigación, algo que puede parecer que no engancha al público. ¿Qué es lo que tiene esta obra para decir que, sin embargo, sí os permite conseguir ese objetivo?

Tiene algo que es la astucia de este autor para conseguir un texto que está lleno de subtexto. Todos sabemos que tú le puedes decir a alguien a quien quieres o que te gusta te quiero sin pronunciarlo expresamente. Se puede decir con un ¿tienes un cigarro?; o con un ¿vienes mucho por aquí? Y con eso dices te quiero. Esa no obviedad en el texto es lo que pasa en Copenhague, en la obra. Se hacen un montón de formulaciones de física cuántica, pero mientras digo eso estoy mostrando un “tú no me apoyaste y me diste la espalda”.

Nuestro director, que tiene mucha hondura a la hora de escribir, ha conseguido sacar a flote todo eso porque hay en sitios en los que hemos estado que se produce un silencio en el que se escucha la función. Teníamos cierto miedo cuando ensayábamos la función porque podían cansar las fechas, nombres, científicos que a lo mejor no son muy conocidos… pero, sin embargo, esa especie de paralelismo y metáfora que hace el autor entre la física y la vida es esencial.

No podemos olvidar que la física cuántica tiene componentes muy mágicos al hablar de cómo un átomo se transforma si disparas al núcleo. Todo ese paralelismo está muy bien planteado en el texto y hace que a veces estés escuchando cosas como espectador que dices “no sé muy bien de que me están hablando, pero me está interesando y produciendo una angustia o alegría”. Hemos conseguido que un texto que puede ser muy erudito o para un público muy especializado pueda llegar a un gran público gracias al subtexto. Muchas veces en la vida es mucho más importante lo que no decimos que lo que decimos. Estamos diciendo una cosa, pero realmente estamos mandando un mensaje distinto. Si tú estás como observador es más apasionante lo que está pasando que lo que están diciendo.

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