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Irene Vallejo: “Para mí, el libro es pura metamorfosis”

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Autora: Lucía Ruesca Cucalón

Fotografía: Víctor Mateo Lombardo

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) cree firmemente en el poder de supervivencia de los libros frente a las adversidades y así lo muestra en su ensayo El infinito en un junco, por el que ganó el Premio Nacional de Ensayo en 2020. Doctora en Filología Clásica por las universidades de Zaragoza y Florencia, el pasado 8 de febrero volvió a las aulas de la Universidad de Zaragoza, esta vez en la Facultad de Derecho para dar comienzo al primer ciclo de «Diálogos en la Facultad de Derecho».

¿Cómo entraste en el mundo de los libros y cómo te atrapó la literatura?

Bueno, diría que en realidad el mundo de los libros había tomado mi casa antes de que llegara yo, porque mis padres eran unos grandes lectores. Incluso antes de aprender a leer, yo ya me enamoré de las historias. Me contaban cuentos antes de dormir y era para mí el momento más feliz de cada día. Cuando todas las tareas y obligaciones habían terminado, antes de dormir, de la noche, de la oscuridad, de dejarme sola en mi cama, me contaban un cuento. Y eso, para mí era… maravilloso. Y lo exigía implacablemente todas las noches sin excepción. Así que yo siempre digo que, en realidad, me fascinó la oralidad antes que la literatura escrita. 

¿Los clásicos ya formaban parte de tu vida desde muy pequeña, entonces?

Sí, sí, sí. Mi padre una buena noche decidió que me iba a contar la historia de Ulises. Todo eso se debió a unos dibujos animados que emitían entonces en la televisión que era un Ulises galáctico con un hijo que se llamaba Telémaco. Entonces mi padre me dijo: «Pero esa no es la verdadera historia de Ulises». Y a mi se me erizaron las orejas. ¿Cuál era la historia de Ulises? «Te la contaré esta noche», me dijo. Y, desde entonces, empezó a contarme La Odisea por episodios como si fuera una serie con distintos episodios. Era una versión oral, adaptada e improvisada del poema. Y así fue como me deslumbré con ese poema sin saber que era un clásico, sin saber quién era Homero, sin saber que era uno de los cimientos de la civilización occidental… Nada. Simplemente, me la contaba mi padre y yo estaba totalmente convencida de que era cosa suya. Más tarde, descubrí que había por ahí un impostor llamado Homero que reclamaba esa historia que yo pensaba que era mía y de mi padre y que nos pertenecía a los dos.

Pues de la oralidad derivan los libros y surge un poco de ahí El infinito en un junco. ¿Cómo es ver que un libro que tiene sus raíces aquí, en Zaragoza, llega tan lejos y que pasa tantas fronteras?

Yo todavía sigo en un estado de completa incredulidad porque, probablemente, si hubiera hecho una lista con todos los requisitos que no tenía que cumplir un libro para ser un éxito, hubieran estado todos en El infinito en un junco

¿Por ejemplo?

Un ensayo en vez de una novela. Cuando todo el mundo nos decía que la narrativa es el único género que se lee y que es popular. No es un tema particularmente de actualidad. Más bien a contracorriente porque cuando yo empecé a escribir El infinito en un junco todos nos decían que se acercaba el fin de los libros, que las pantallas y la nueva cultura de las redes sociales iba a terminar con todo esto, que si el libro electrónico iba a sustituir al papel…En fin, era un momento profundamente apocalíptico. De estos que siempre suceden en la historia. Sucedió con la escritura, con la imprenta y ha venido sucediendo con todos los avances. La primera reacción es de miedo.  

Pero, pese a esto, triunfó.

Yo estaba totalmente convencida de que en el mejor de los casos interesaría a unas pocas personas. Y no acabo de explicarme cómo ha podido suceder lo que ha ocurrido después. Quizá había más público del que pensábamos…Sintiéndose igual de huérfanos con todas esas predicciones del fin de los libros, de la literatura, de las humanidades…Y, de alguna manera, ha sacado a la superficie una sensación sumergida y acallada. Pero no sabría decir cuáles han sido los mecanismos y, desde luego, no los sabríamos repetir. 

El infinito en un junco tiene también una versión en aragonés. ¿Cómo crees que puede afectar que un libro que es tan importante y con tanto alcance se traduzca a esta lengua?

Yo desde el principio tuve el objetivo de que el libro se tradujera a todas las lenguas cooficiales. Había traducción al catalán, al euskera, al gallego. Cuando surgió la propuesta de traducirlo al aragonés por parte de Chuse Raúl Usón, el editor y traductor de Xordica, me pareció una gran oportunidad. Él lo planteaba para dignificar el aragonés, que es una lengua asociada al medio rural y a relatos intimistas asociados a la vida en los pueblos. Y él quería demostrar que el aragonés era una herramienta apta para un libro sobre filosofía, pensamiento, historia, cultura. 

Creo que es una idea hermosa porque a muchos de nuestros antepasados, abuelos, bisabuelos, les han afeado hablar el aragonés como si fuera una lengua inculta y como si fuera un mal castellano. Así que llevar El infinito en un junco al aragonés es demostrar palpablemente que es una lengua capaz de ponerse al servicio del pensamiento y el análisis cultural. 

Y ¿cómo fue recibir el Premio Aragón hace poco más de un año?

Fue precioso porque indudablemente recibir un premio en tu territorio, en tu ciudad, es más emocionante si cabe. Aquí, en Aragón, estamos viviendo un maravilloso momento cultural en la música, el cine, la literatura. Y que en un momento de tal efervescencia pensasen en mí fue muy bonito para mí, para mi familia, para todos los míos. Realmente fue un día inolvidable porque se celebra la entrega en la Aljafería, que fue el lugar donde nació la idea del libro años antes en un encuentro con el filósofo y escritor Rafael Argullol. Se cerraba un círculo hermoso que ha tenido la Aljafería como centro. 

¿Nos podrías contar alguno de los consejos que te dio Rafael Argullol en esa conversación?

Él realmente se interesó generosamente por el tema de mi tesis y yo le expliqué que había sido una investigación sobre la historia de la lectura, donde son sus primeros pasos, el soporte de los libros… Cómo había evolucionado desde el momento en que surge la escritura hasta crear ese objeto, que hace falta inventarlo y que hoy nos parece que forma parte del paisaje. Mientras, él me escuchaba y me dijo: «Tienes que escribir ese libro. Tienes que convertirlo en un ensayo no académico. Cambia totalmente el formato y escríbelo para un público amplio interesado en la cultura». Pensé ingenuamente que, como ya había escrito una tesis sobre el asunto, sería breve convertirlo en un ensayo. Luego no pude utilizar ni una línea de lo que había escrito antes. 

En otros libros y colaboraciones en los que has participado, tratas mucho la historia. ¿Cuál crees que ha sido la época más brillante de la literatura y los libros?

Uy, realmente es un encadenamiento de grandes momentos. Yo le he dado gran importancia a la Biblioteca de Alejandría porque creo que el nacimiento de las bibliotecas canaliza el proceso de democratización del acceso al conocimiento. Cuando empieza la historia de los libros, son un objeto al que solo tienen acceso los privilegiados y las élites. Por lo que me interesaba cómo se habían ido abriendo esas grietas y esas puertas para que entrasen los que inicialmente habían quedado expulsados del mundo de la literatura. Allí, las bibliotecas públicas juegan un papel muy importante. Y aunque la Biblioteca de Alejandría no es la primera de la que tenemos constancia, sí es probablemente el proyecto más ambicioso y el que identificaríamos con una biblioteca pública de nuestros días. 

Pues del principio con la Biblioteca de Alejandría a la actualidad con los libros electrónicos. ¿Crees que ha cambiado mucho la forma de concebir y relacionarnos con los libros?

Sí, hay una historia de la literatura que es precisamente la historia de los rituales asociados a la lectura. Los rituales íntimos, colectivos, la lectura en voz alta, en voz baja, etc. Podría parecernos que ha sido siempre idéntico, pero no, tiene también sus propias peripecias. Para mí, el libro es pura metamorfosis. No ha dejado de cambiar desde sus orígenes, se ha transformado en tablillas de arcilla, de madera, de metal, en rollos de papiro, de pergamino, en el códice… Ahora estamos creando nuevos tipos: los audiolibros, los libros electrónicos. 

El libro no ha dejado de adaptarse a los tiempos y a las personas. La historia del libro es una historia de búsqueda de soluciones para hacer el libro más barato, más duradero, más práctico. Es interesante rastrear todos esos esfuerzos y todas las trasformaciones y evoluciones que lleva consigo. Sí que ha habido una serie de cambios graduales y esa capacidad de mutar para adaptarse a un mundo cambiante es lo que ha hecho del libro el gran superviviente que es

Entonces, ¿pueden convivir ambos formatos?

Yo soy optimista ante la supervivencia del libro de papel en convivencia con las pantallas. Creo que esto es el principio de una gran amistad y que la mayoría de nosotros no necesitamos elegir. Podemos tenerlo todo. Y eso es un motivo de alegría porque se resuelven muchos problemas y lo realmente importante que es la preservación de los conocimientos, de nuestras historias, de nuestras ideas, está más segura si hay dos cauces paralelos. En resumen, El infinito en un junco era un intento de revelarme contra ese profundo pesimismo que suele acompañar a los momentos de cambio tecnológico.

Editora: Tamara Morte

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