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Mi año de descanso y relajación: La apatía en nuestro día a día como asesina de la ambición y la curiosidad.

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Autora: Inés Díaz Esteban

Imagínate tener todas tus necesidades cubiertas: un trabajo de aquello que has estudiado (donde no te exigen más de lo mínimo), un apartamento al estilo Gossip Girl en el Upper East Side de Nueva York y una mejor amiga con la que echarte unos vinitos mientras ves películas.

La protagonista de “Mi año de descanso y relajación” vive con la vida resuelta desde que heredó la fortuna de sus padres fallecidos. Tiene un cuerpo que la mayoría de mujeres envidia y un exnovio igual de narcisista que ella, al que por mucho que lo intente no puede olvidar.

¿Quién no querría ser ella? Con esta premisa, cualquiera esperaría encontrarse con un libro lleno de idílicas actividades sociales, lujo y poder. Sin embargo, nuestra narradora tiene un plan distinto: Dejar su trabajo, encerrarse en su casa y dedicarse exclusivamente a dormir. Sin obligaciones, sin que nadie le reclame nada, sin ningún contacto con el exterior aparte de sus visitas a la psiquiatra para conseguir más medicamentos que le permitan dormir.

Ottessa, la autora de este libro, nos presenta a una protagonista de 26 años que no siente nada. Todo lo que pase fuera de sus cuatro paredes le da igual, no tiene metas a largo plazo ni ambiciones. ¿Para qué? Tiene la vida resuelta, y lo único que siente por ella es rechazo.

A lo largo que avanza este libro donde, efectivamente, la protagonista lleva a cabo su plan, profundizamos en el trauma de la pérdida de sus padres. Un tema que, según lo que cuenta, tampoco la pone especialmente triste, porque no tenía ninguna relación con ellos. Su mecanismo de defensa es, en todo momento, invalidar sus propias emociones y apagarlas a toda costa.

Lo que siente suele ser negativo. Nada le importa de verdad, y su trabajo en una galería de arte solo subraya la incompetencia de la sociedad a la hora de considerar qué es el arte en sí mismo. La imagen de un montón de personas ricas admirando un caniche disecado por un supuesto “artista” es la representación de cómo esta chica ve al resto de personas: como un montón de ignorantes que se han puesto de acuerdo en admirar lo absurdo.

Mientras transcurre este año, se dedica a ver películas y a tomar tranquilizantes en completa soledad. Bueno, eso esperaba ella, pero Reva -su pobre mejor amiga- insiste en interrumpir su sueño para hablarle de su jefe y llorar por su madre muerta. Suena frívolo, ¿verdad? Bueno, pues así lo ve una protagonista sumamente egoísta, a la que nada le importa y que sabe que se debería sentir mal, pero no lo siente.

Para mucha gente, este libro ha sido un simple diario de una veinteañera insoportable que odia al mundo porque no supera la muerte de sus padres. Sin embargo, muchos de nosotros hemos encontrado en este libro un retorcido consuelo: es más que un ridículo diario. Es una sátira que, mediante el arte y la belleza como tema explícito, habla principalmente de la superación de esos traumas que no nos permitimos admitir que tenemos.

Es muy fácil de leer, siempre y cuando soportes la frivolidad de su protagonista. Despierta la curiosidad del lector, las ganas de saber cómo va a acabar la hibernación de esa pobre chica, la curiosidad de saber si se matará o si podrá retomar su vida. Es tan adictivo que tardas en darte cuenta de que la protagonista no ha llegado a decir su nombre en ningún momento.

No se queda en simplemente describir lo que sucede durante ese año de “descanso y relajación”. No tardamos en darnos cuenta de que el libro nos plantea muchas otras cuestiones que podemos identificar por tener un tinte evidentemente existencialista. La protagonista ha desconectado de un mundo que cada día le parece menos coherente, más absurdo y más superficial. Y esta falta de cohesión entre los valores de una persona y sus acciones se personifican en Reva: Siempre preocupada por estar delgada, por encajar y por conseguir importarle a su crush, completamente alienada por un mundo que a la narradora solo le suscita desencanto.

Al lado de Reva, nuestra protagonista se siente mejor con ella misma. Esto se debe a que nuestra protagonista no se valora ni tiene un ápice de autoestima; y más allá de su mejor amiga, nadie la ha querido. Su psicóloga olvida cómo murieron sus padres de una sesión para otra, su madre la odiaba, su padre no era más que un fantasma en su vida, sus compañeras solo la querían por interés… Por no hablar de cómo era la relación con su ex, digna de After.

Comparado con el resto de sus vínculos, su conexión con Reva es más real. De hecho, su mejor amiga reflejará todo lo que aborrece de ese mundo sin sentido; pero también es su vía de escape ante su propia depresión y agonía.

Otro punto que me ha encantado de este libro es que conecta todas estas cuestiones con el mundo artístico contemporáneo. Hace que la protagonista encuentre cierto tipo de validación, casi de consuelo, a través de hacer de su vida una obra de arte. Es decir, acaba extrapolando su soledad y agonía a algo más: a un concepto más amplio, más complejo.

Claramente, este libro no busca la romantización de su protagonista, ni de sus actos. De hecho, sin llegar a hacer spoiler, diré que el final del libro personifica lo frívolo y egoísta que ha sido el comportamiento de la protagonista. Cómo el egocentrismo puede sumirte en una espiral donde todo gira entorno a ti y donde no ves más allá.

El concepto del arte como algo completamente banal y vacío lleva a la narradora a acabar buscando ser, al menos, una obra dentro de él. No lo dice en un sentido romántico donde intente ser admirada o idolatrada, algo que rechaza desde el primer capítulo; más bien en un sentido más decadente. De mostrar al mundo lo que hace con su individualidad, con su libertad, sin importar si es egoísta o si puede escandalizarles. Como una artista maldita. Al fin y al cabo, no busca su aprobación; sino encontrar una coherencia en un año que se niega a dar por perdido.

Sin embargo, la manera que tiene Ottessa de hablar de la salud mental con esta novela es magnífica. No es terapéutica: no cae en el falso positivismo, ni busca evitar los sentimientos negativos. A pesar del cinismo de la protagonista, es fácil darse cuenta de la concienciación de la autora (que no del personaje principal) en lo que a salud mental se refiere. De hecho, el estilo de esta novela me recuerda muchísimo al que utiliza Sylvia Plath en La campana de cristal.

En mi opinión, la apatía de la sociedad neoyorquina de los 2000 es, desgraciadamente, igual a la que veo entre la de la sociedad zaragozana en 2023. Muchos de nosotros también vivimos desencantados ante la discusión de temas ridículos a nuestro juicio, de la defensa de causas sin sentido. Si ponemos el foco en el mundo creativo, es fácil tener la misma percepción que la protagonista.

El problema del personaje principal es que se autoconvence de que está bien. Para ella, la depresión que tiene, la adicción a los fármacos y sus problemas emocionales no son algo que deba trabajar ni que deba cambiar. Da por sentado que es así, que no es ese el problema: El problema es el mundo exterior, su trabajo, Reva, su psicóloga. Para ella, el problema está fuera; no dentro.

Al tomarse personal asuntos que no está en su mano resolver, no puede más que sumirse en una espiral autodestructiva. Ni siquiera espera sacar ningún beneficio más allá de sentir un falso control de sus acciones. Por eso, al final del libro, sientes que la protagonista ha sido una completa egoísta.

La aversión que se debe sentir hacia el personaje principal reside en ver cómo da todo por sentado. Como si por tener sus necesidades cubiertas todos las tuvieran, como si fuera de su casa nadie estuviese sufriendo más que ella. Como si el resto del mundo tuviese la culpa de poder seguir adelante, porque claro, si participan en el sistema, tanto no pensarán. No estarán tan mal como ella. El cierre del libro nos obliga a parar un momento, a dejar de creernos el centro del mundo y a mirar alrededor. Y, así, descubrimos que muchos de nuestros problemas son una mierda, pero por lo menos tienen remedio. Por lo menos estamos vivos.

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