Reportaje de Víctor Bravo Montaner.
El Palacio de Montemuzo acoge hasta el próximo 14 de julio la muestra “La Lonja. La ciudad y los mercaderes”, que pone en valor el verdadero significado de este edificio histórico.
Martes, 11 de la mañana. Los rayos de sol se cuelan tímidamente entre las nubes e iluminan parcialmente las fachadas de la Lonja de Zaragoza. Los bancos de la fuente de Goya permiten ver el edificio con perspectiva. Es una obra monumental. En cinco minutos han pasado más de cincuenta personas por delante. Nadie ha entrado. En nuestra agitada rutina no solemos detenernos para conocer el verdadero significado del patrimonio que nos rodea. Este edificio civil del renacimiento aragonés no es solo una sala de exposiciones, un día fue el Wall Street de la ciudad. Así lo recoge la muestra “La Lonja. La ciudad y los mercaderes” que acoge el Palacio de Montemuzo hasta el próximo 14 de julio.
La exposición, elaborada por la catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza Carmen Gómez Urdáñez, se remonta a comienzos de la Edad Moderna, en concreto a los años centrales del siglo XVI. La Corona de Aragón se extendía por el Mediterráneo. La sociedad se dividía en estamentos: una mayoría sostenía a la nobleza y el clero y, por encima de ellos, la realeza. Las ciudades centralizan el auge del comercio. Los viajeros decían de Çaragoça, todavía no se utilizaba la grafía -z-, que era “grande, poderosa y muy comercial” y contaba con “mercaderes muy ricos”. Mercaderes “muy ricos” que necesitaban un espacio en el que realizar tratos para vender sus productos: “La élite era en su gran mayoría de mercaderes. Es una época en la que el comercio va viento en popa y ellos mismos piden y necesitan la Lonja”, relata Gómez Urdáñez.
La necesidad de este nuevo equipamiento planteó una cuestión fundamental: ¿cómo debe ser la lonja de la capital del reino originario de la Corona de Aragón? La respuesta: a imagen y semejanza de sus “hermanas”, con un modelo único en el mundo. “Barcelona construye su lonja a finales del XIV, después Mallorca y Valencia ya en el siglo XV y finalmente Zaragoza en 1541. Todas las ciudades están relacionadas entre sí, todas las lonjas se miran entre sí y todas se saben hermanas”, explica Gómez. Según los estudios de la catedrática los edificios se basan en el modelo que describe Vitrubio, arquitecto romano de la época de Augusto: “Cuentan con tres naves con soportes de la techumbre del techo muy delgados y espaciados con la intención de que los mercadores se puedan ver dentro del edificio con facilidad, en contraste con cualquier otro modelo de lonja con las que no tienen nada que ver”. Es decir, Barcelona, Mallorca, Valencia y Zaragoza constituyen el conjunto de las lonjas de la Corona de Aragón: un conjunto único en el mundo.
Con este modelo y el resto de “lonjas hermanas” como referentes, se culmina en una década el edificio diseñado por Juan de Sariñena, cargado de simbolismo y que representa la capitalidad de Zaragoza. La Lonja era además el banco municipal: “Representaba el capital, era el Wall Street de la época en Zaragoza. Es como entrar ahora al Banco de España, no a cualquier sucursal”, aclara Gómez Urdáñez. “En la lonja están representados los ciudadanos y la monarquía. La ciudad garantiza el buen comercio, el que no haya fraudes y que los depósitos que se dejen en el banco municipal se devolverán sin ninguna excusa”, según la catedrática.
Riqueza y seguridad son los valores fundamentales que transmite la Lonja tal y como recogen los estudios de Carmen Gómez Urdáñez. El edificio conserva unas pequeñas torrecillas en las esquinas que dan esa idea de fortaleza. A pesar de que los productos no se encontraban en el interior del edificio, sino que los mercaderes los custodiaban en sus propios almacenes y estudios —la muestra recoge una rigurosa réplica de uno de ellos—, es clave transmitir la idea de seguridad. De hecho, todo el edificio está rodeado por una “faja de rectángulos rehundidos, como la que rodea las arcas ferradas, es decir, hierro con hierro que protege los caudales”, recalca Gómez Urdáñez.
De epicentro del comercio a sala de exposiciones. A finales del siglo XVIII la Lonja dejó de ser utilizada para el fin que fue construida. La ciudad se encuentra entonces con un edificio monumental sin uso. No era como la conocemos ahora. Donde se ubica ahora la Plaza del Pilar había una gran manzana de edificios. En la parte trasera de la Lonja se encontraban las Casas de la Ciudad, es decir, el Ayuntamiento de la época. Construcciones que impedían su visibilidad: “En el siglo XVI la Lonja solo se veía por la parte oriental, la que miraba a la fachada principal de la Diputación del Reino y por un ángulo hacia la Plaza de La Seo. Hasta mediados del siglo XX no queda aislada como la conocemos hoy en día”, indica Gómez Urdáñez.
A lo largo de los años se ha utilizado como almacén municipal, como salón para grandes celebraciones y con la llegada de la democracia llegó también su uso actual: sala de exposiciones de arte contemporáneo. El resto de lonjas del conjunto pueden ser visitadas como tal y se pueden apreciar las naves sin ningún elemento adicional. En nuestra ciudad, no existe ningún momento en el que los visitantes puedan observar el interior sin los paneles expositivos.
Tampoco parece que pueda a ser así en el futuro. En 2020 el Ayuntamiento anunció un plan para convertirla en un espacio destinado a Goya. La reforma supondría “ampliar la superficie expositiva, mediante la apertura de la segunda planta”, explicaba la consejera de Cultura Sara Fernández. Para ello se eliminarían varios arquillos de la fachada y se instalaría un ascensor que permitiese acceder a la zona superior. Sin embargo, la Lonja fue declarada Bien de Interés Cultural en 1931 y por tanto no se puede alterar su imagen exterior.
El proyecto no se ha descartado. Fernández, que continúa al frente del área de Cultura en el actual ejecutivo de Natalia Chueca, recordó en una entrevista a El Periódico de Aragón la voluntad de la corporación: “Nosotros lo que tenemos muy claro es que vamos a seguir con la reforma de la Lonja independientemente de que podamos poner contenido de Goya o no ponerlo”. Y reivindicó su proyecto: “Yo sigo apostando por abrir la segunda planta. Me parecería un lujo poder duplicar el espacio expositivo de la Lonja”.
Este espacio nunca se ha abierto al público. El sentido original es el de ser un desván: “La segunda planta es una falsa. Está concebido para estar abierto. Es un lugar de ventilación y visibilización de la cubierta del tejado. La única forma de acceder a él era una estrecha y difícil escalera de caracol (ya desaparecida)”, comenta Gómez Urdáñez. Quizá en los próximos años la Lonja deja de ser tal y como la conocemos, pero en su historia siempre quedará grabado que fue el epicentro comercial de la Corona de Aragón.