Autora: Dèsirée Cremades
No es de extrañar sentirnos aturdidos, indecisos, desconcertados ante el cambio vertiginoso que ha causado Internet en nuestro modo de vivir, de construir y recordar momentos, de armar nuestra percepción de ‘la realidad’, de relacionarnos…
Internet ha roto nuestros esquemas y ha cambiado nuestra forma de pensar y de actuar. El tiempo se ha acelerado. La recepción de una determinada información con un solo clic en vez de dedicarle unos minutos a las páginas de los manuales, ya nos parecía insólito.
Sin embargo, ahora solo tienes que pensar qué te apetece para cenar, buscar y elegir el restaurante que te conviene en tu Smartphone y en cuestión de minutos el repartidor tocará tu puerta con la comida caliente. Incluso podemos saltarnos el primer paso: pensar.
¿Cómo es posible? Si el ser humano es razón, es una vorágine de pensamientos. Sí, pero también ese torbellino de ideas vienen dadas por las emociones. Y de la combinación de ambos, pensamientos y emociones, ha surgido la inteligencia artificial, que ha logrado un papel principal en nuestras vidas.
¿Qué es la inteligencia artificial?
Ya no nos chirría la distópica idea que deambula del apoderamiento de las máquinas sobre el mundo. Ellas saben lo que nos gusta: qué comeríamos o cenaríamos, qué compraríamos o queremos comprar, a dónde nos gustaría viajar…
Y no sólo lo saben, sino que te bombardean con todo tipo de propaganda en relación a tus gustos, “sorprendentemente”, para que caigas en el consumo. El entrecomillado viene dado porque no es tan asombroso si sabemos qué hay detrás: el uso de la inteligencia artificial.
Pero para entender la inteligencia artificial (IA) antes debemos saber de qué partes está formada. Por un lado, se conforma de todo aquello en relación a lo artificial, como bien indica su nombre, entendido como tecnologías cognitivas y algoritmos computacionales. Es decir, el conocido código binario: ceros y unos. Pura tecnología.
Sin embargo, no se puede explicar la IA sin el otro lado de la moneda: la inteligencia. Una tecnología instruida para descifrar el mundo real, capaz de ejecutar tareas acordes con el pensamiento humano.
Para lograrlo se requiere de inteligencia humana.
Para lograrlo se requiere de inteligencia humana. Para ello, es necesario realizar dos pasos. En primer lugar, se habla del entrenamiento del algoritmo. Esto quiere decir que se introducen datos en el software. A medida que se introducen más datos, será más eficaz ese algoritmo. De manera que se necesita mucha información. En caso contrario, el algoritmo estará limitado y puede fallar en la predicción.
Ejemplo de ello sería pensar que un hombre de 28 años y una mujer de 23 mantienen el mismo perfil de consumo, por el mero hecho de que a ambos les guste Gran Hermano, sin tener en cuenta otros factores.
Esto da lugar al otro paso: la segmentación de la información incorporada. Se agrupan los datos introducidos en función de diferentes parámetros –cuantos más, mejor- para que haya más especificidad y acierto en el resultado.
La elección de estos parámetros dependerá del objetivo para el que se entra el algoritmo. No es lo mismo tener como propósito saber a qué tipo de perfil le gustará un bolso o una prenda en especial, que querer conocer quiénes estarían dispuestos a comprar el último modelo de Smartphone del mercado.
Es cierto que cada persona puede inferir la información de forma distinta, se sentirá influído por diferentes motivos. Pero sí que existen determinados parámetros iguales.
En la realidad, la persona va a seguir un comportamiento que permite predecir su decisión. Sin embargo, el terreno de las predicciones no es tan fácil como recoger los altos porcentajes de similitud y unirlos. La realidad es muy compleja, y por tanto, es necesario un amplio abanico de variables.
Llegados este punto, un aspecto claro sobre la IA es la necesidad de un amplio abanico de datos. Hace unos años hablaríamos de las famosas encuestas para lograr conseguir la información que se requiere. Sin embargo, como en la serie de Dr. House… todo el mundo miente.
Por ello, con la IA se pretende capturar esos datos de manera inconsciente a través de sensores, medir cuándo y dónde hacemos clics en Internet y en las redes sociales, incluso a través de APPS.
El marketing 4.0. une el Thick Data –dato denso o información densa– y el Big Data para obtener los datos que sitúan a las personas y a los valores en el primer plano. Y, como decíamos antes para lograrlo se requiere de inteligencia humana.