La primera película de ficción de Darius Marder es un drama que nos lleva por el camino de dureza que conlleva perder la audición. Riz Ahmed interpreta a un joven músico en su incredulidad, miedo, aceptación y negación que, sumado al uso de los silencios y el sonido, hace de la pieza una historia emocionante.
Ruben Stone (Riz Ahmed) y su novia, Lou (Olivia Cooke), forman un grupo de música metal –batería y cantante respectivamente–, que está embarcado en medio de una gira por Estados Unidos. Un día, Ruben se percata de que ha perdido casi todo su oído y es presa de la confusión. Aconsejados por un amigo, acuden a un refugio para personas sordas con antecedentes por consumo de drogas. Conocen al director, Joe (Paul Raci), y tienen que separarse. El clásico esquema de un largometraje de superación y aceptación, pero que, al final, consigue ser mucho más que eso.
La interpretación del personaje protagonista es brillante. A través de sus actos y miradas conocemos la evolución y los pensamientos de Ruben. La imposibilidad del personaje y sus compañeros para expresarse con sonido, ya que no van a ser oídos, hace que el lenguaje no verbal, unido al de signos (que debe aprender) cobre un papel principal. Riz Ahmed consigue trasladar la angustia y la impotencia al espectador que, de manera inevitable, se cuestiona cómo sería estar en su lugar.
Esto, unido a la combinación y montaje perfecto del sonido (que le valió para llevarse el Oscar), permite que el público se introduzca en el mundo nuevo de Ruben. Se intercalan momentos de completo silencio, que representan la audición del protagonista y sus convivientes, con momentos a volumen estándar, que también impactan de forma brutal por su sonido tan reducido. En estos solo oímos el ambiente y formas fonéticas puntuales, como risas o vocales, hasta casi llegar al final.
Las relaciones que establecen los personajes resultan, en cierto punto, entrañables y crean emoción. Una de ellas es la de Ruben con Joe, que podría equipararse a la de padre-hijo en la que la figura paterna se ve reflejada en su descendiente. Paul Raci hace también una gran interpretación del ex alcohólico veterano de guerra, solitario y algo frío, pero con un fondo bueno y generoso. No se podría entender el crecimiento del protagonista sin tener en cuenta el estrechamiento entre ambos personajes a lo largo del film.
La fotografía, de la mano de Daniel Bouquet, juega un papel preciso para aportar matices a las vivencias y sentimientos de Ruben. Los planos se convierten en un narrador, que se fusiona perfectamente con el sonido y no sonido para crear la atmósfera deseada. La composición de planos cortos y primeros planos con planos generales y más amplios remarca la sensación de soledad, incomprensión y angustia del personaje. Además, la paleta de color usada, con tonos ocres, apagados y oscuros (en contraste con otros como el verde de la hierba o el blanco amarillento del pelo del músico) aportan una emoción estética perfecta.
Con todo esto, la película se convierte en una expresión de angustia que vive el espectador en primera persona gracias a actuaciones maravillosas y un uso perfecto de la técnica. Emocionante desde el principio hasta el final sin llegar a hacerse pesada a pesar de su ritmo lento en la narración. Una creación bonita en su estética y en su mensaje, que conduce al público a una inevitable reflexión cuando acaba.
FICHA TÉCNICA:
Título: Sound of metal
Dirección: Darius Marder
Actores principales: Riz Ahmed, Olivia Cooke, Paul Raci
Duración: 120 min.
Exhibición: Amazon prime
País de producción: Estados Unidos
Premios: Óscar a Mejor Sonido y Óscar a Mejor Edición
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Autora: Elena Álvarez @elenaalvarez_99 (Twitter) @elena.mine (Instagram)
Editora: Andrea Aragón
Redactora jefa: Elena Álvarez
