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Jóse Alberto García Avilés, catedrático de Periodismo: “Si queremos hacer un periodismo que importe, tenemos que escuchar a quien lo lee”

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Por Ana Estaún

José Alberto García Avilés (Alicante, 1965), catedrático de Periodismo en la Universidad Miguel Hernández, visitó Zaragoza para presentar su último libro, Águilas y colibríes, en el que ha entrevistado a treinta periodistas y editores de dieciséis países que siguen creyendo y apostando por el oficio informativo. En un acto exclusivo para alumnos de Periodismo de la Universidad de Zaragoza y la Universidad San Jorge,  les transmitió un mensaje cargado de ilusión y optimismo por la profesión, asegurando que es más necesaria que nunca, en un contexto de desinformación, falta de credibilidad y de crisis del modelo de negocio

El arranque de su presentación fue revelador, José Alberto García Avilés  lanzó un pequeño experimento: que los estudiantes pusieran nota a los medios españoles. El resultado esbozó de un vistazo el estado de ánimo de toda una generación. Solo un alumno se atrevió a dar un 9 a los medios. Un pequeño grupo los suspendió, y un grupo numeroso concedió apenas un aprobado raso. Aquel ejercicio, tan simple como revelador, abrió la conversación sobre la crisis que atraviesa el periodismo.

P: Antes de la publicación de Águilas y colibríes conversó con varios amigos periodistas y le confesaron que habían perdido la ilusión por el oficio. ¿Por qué?

R: La situación actual de los medios invita a la desilusión: bajan las audiencias, especialmente entre la gente joven; hay preocupación por los ingresos, el modelo de suscripción permanece estancado y la publicidad que se va a otras plataformas. Se suma la precariedad en las redacciones, más carga de trabajo y la incertidumbre por cómo nos afectará la inteligencia artificial. Se dan las circunstancias de tormenta perfecta para decir que el mundo del periodismo está en crisis. Y eso hacía que hubiera periodistas desilusionados. Ese fue el detonante de por qué pensé cómo ayudarles.

P: ¿Ha vuelto a hablar con ellos? ¿Están menos desilusionados?

R: Un periodista de una televisión local de Alicante me dijo: “El libro ha sido un chute de optimismo”. Le ha obligado a pensar que hay cosas que están funcionando en otros países y que, a veces, por falta de tiempo —porque no nos da la vida—, no se para a pensar cómo puede hacer su trabajo de otra manera, o qué puede aplicar respecto a cómo usar la inteligencia artificial o cómo contar historias de otra manera. Estamos muy en el carril del día a día.

P: ¿Águilas y colibríes es su granito de arena, una “píldora de optimismo” para renovar la ilusión del periodismo moderno?

R: Es motivador conocer las historias de estos 30 periodistas de 16 países, que no solo no han tirado la toalla, sino que están viendo las oportunidades de esta crisis y haciendo un periodismo de mayor calidad. Quise que el libro fuera muy humano. No es un libro técnico, sino una mirada. Ahí conoces por qué una periodista portuguesa deja de dirigir medios para lanzar un proyecto local con vocación de servicio público, o por qué un periodista alemán toma un año sabático y acaba creando Correctiv. Al final, ver todas esas historias reunidas te motiva a pensar que el periodismo está más vivo que nunca.

“Se dan las circunstancias de tormenta perfecta para decir que el mundo del periodismo está en crisis. Y eso hacía que hubiera periodistas desilusionados. Ese fue el detonante de por qué pensé cómo ayudarles”.

 P: Pregunta obligada: ¿por qué águilas y por qué colibríes? ¿Qué metáforas conllevan en un periodista real?

R: La idea de Águilas y colibríes surge de un viaje a Costa Rica, donde al observar la fauna con un guía —águilas, colibríes y otros animales— me llevó a ver que eran una buena metáfora. El águila representa al periodista que se eleva, conoce el entorno y tiene visión y energía para acometer los problemas. El colibrí simboliza versatilidad, innovación y optimismo. Estos 30 profesionales reúnen cualidades del águila y del colibrí, y quise mostrar que cualquier periodista puede aspirar a ser ambos.

P: Durante su intervención mencionó que cuatro de cada diez personas se desconectan de las noticias. ¿Por qué la gente no quiere informarse?

R: Ese dato procede del Digital News Report que elabora el Instituto Reuters de la Universidad de Oxford. A partir de miles de encuestas, se da la circunstancia de que el porcentaje de personas que en España han desconectado de las noticias está en torno al 40%. Cuando les preguntas acerca de las causas, hay una variedad de respuestas.

«Al final, ver todas esas historias reunidas te motiva a pensar que el periodismo está más vivo que nunca».

P: ¿Cuáles son esas causas?

R: Una que predomina es la fatiga, les cansa porque siempre hablan de cosas demasiado negativas, no solo en la pandemia, también en fenómenos naturales, violencia de género, etc. También hay saturación ante la sobrecarga de noticias: reciben noticias por muchos canales, por redes, WhatsApp, medios… Y, a veces, son noticias sobre política con exceso de confrontación. Y una tercera causa es que mucha gente no se siente representada en las informaciones que se ofrecen. Es un cúmulo de causas, pero me parece muy grave y una señal de alarma que quizá es para hacer un examen de conciencia por parte de los medios de comunicación, para ver cómo podemos mejorar y revertir esa tendencia.

P: Si mañana quisiera fundar un nuevo EntreMedios ¿qué primer paso práctico debería dar?

R: Primero, identificar un nicho, una comunidad. Lo primero sería hablar con personas de ese nicho: hacer un focus group de cuatro personas en un café, preguntar si ese tema les preocupa, por qué, qué información encuentran, qué echan en falta. A partir de ahí, escuchar: focus groups, entrevistas, un cuestionario online. Vas recibiendo información, ves qué tipo de futuros lectores u oyentes hay y calculas cuánta gente puede haber interesada y, a partir de ahí, piensas el medio: el nombre, el formato, las secciones, si va a ser un medio audiovisual o digital con predominio de texto e imagen.

P: ¿Cree que podría hacerse realidad?

Hoy día, un medio que tenga 10.000 personas y, de esas, mil se suscriban con ocho euros al mes, ya tiene una manera de ser sostenible para un equipo reducido.

P: ¿Los jóvenes periodistas tenemos hoy más oportunidades o más obstáculos para innovar?

R: Pienso que no hay carreras con salida, sino personas con salida. Lanzar algo nuevo no es fácil: la innovación lleva aparejado el emprendimiento. Lo bonito es arriesgar y poner en práctica lo que has aprendido en la carrera para conectar con un grupo de la sociedad que no ve sus necesidades atendidas por los medios actuales. Eso no solo es valiente, sino que conecta con la esencia del periodismo como servicio público.

«Hay periodistas que se han corrompido, que se han prostituido … Otros que juegan a dos almas: periodismo de calidad, pero también clickbait. El sistema, ahora mismo, obliga a muchos a jugar con varias barajas».

P: ¿Y cómo encaja un proyecto joven en un ecosistema dominado por grandes plataformas y tecnológicas?

R: En este ecosistema, un medio pequeño puede abrirse paso cuando es capaz de decir: “Te estoy dando algo que no te dan en otros sitios, y tú lo valoras y estás dispuesto a pagar por ello”. No es un camino de rosas, pero está al alcance de gente preparada, inquieta y con ese espíritu de las águilas y los colibríes.

P: ¿Qué es lo primero que cambiaría en las redacciones actuales, y qué  conservaría?

R: Cambiaría que las redacciones dedicaran más tiempo a escuchar a sus audiencias. No perder el contacto humano: un lector que se siente escuchado se siente valorado. Y si queremos hacer un periodismo que importe, tenemos que escuchar a quien lo lee. Y dejaría el uso responsable de la inteligencia artificial. Muchas redacciones están experimentando con IA, pero con supervisión humana y sin perder el control. Es una herramienta útil, pero una espada de doble filo: hay que aprender a dominarla para que no nos domine.

P: ¿El periodismo se ha adaptado o se ha corrompido?

R: Hay periodistas que se han corrompido, que se han prostituido. Aunque se sigan llamando periodistas, son otra cosa. Han entrado en una especie de juego político, de servicio al poder, y pervierten la función de servicio público del periodismo. Creo que la mayoría, afortunadamente, no ha entrado en ese juego. A la vez está lidiando con esta transformación tecnológica tan rápida. Y luego están los medios que juegan a dos almas: periodismo de calidad, pero también clickbait y contenidos triviales para captar volumen. El sistema, ahora mismo, obliga a muchos a jugar con varias barajas por la financiación.

 

 

 

 

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