Texto y fotografía: Clara López Nieto.
Rafael Peñalver realizó su primera exposición en 1972. Medio siglo después, son muchos los espacios que ha llenado con sus obras. Su última muestra es Elogio del Discurso, que podrá visitarse hasta el próximo 29 de junio en la Galería Carmen Terreros Andréu. En esta entrevista conocemos más la figura artística de Peñalver.
P: Arranquemos volviendo la vista atrás, ¿cómo nace su interés por el arte?
R: Nace desde bastante pequeño. Provengo de una familia bastante pobre, y parte de ella, que vivía en un pueblecito a 9 km de Cuenca, tuvo que emigrar a Madrid, como tantas otras familias. Mi abuela acabó en una calle de Madrid en el barrio de Lavapiés bastante cerca del Paseo del Prado. Me encantaba ir a pasar los fines de semana con mi abuela, y ella lo primero que hacía era llevarme todos los domingos al Museo del Prado. Además, cuando se acababa el curso nos volvíamos a Cuenca para ayudar a mi familia en las tareas del campo. Allí se fueron uniendo una serie de artistas, sobre todo en el entorno de Fernando Zóbel. Abrieron el Museo de Arte Abstracto Español y por aquel entonces decidí ser artista.
P: Comenzó pintando los paisajes de su infancia en Cuenca, una pintura de carácter expresionista, pero pronto evolucionó a la abstracción. ¿Qué impulsó ese cambio?
R: La abstracción no vino por las buenas, a mí me costó romper esa figura, pero al mismo tiempo fue algo natural. Yo pintaba paisajes muy fauvistas, como algunos paisajes de Matisse, de Braque, de Derain… y poco a poco los colores se fueron extendiendo y fueron perdiéndose las formas. Me di cuenta de que el color sin necesidad de representar nada podía expresar lo mismo.
P: A lo largo de su trayectoria ha explorado numerosos estilos y formatos, desde pintura hasta collages o creaciones de videoarte, ¿qué le motiva a buscar nuevas formas de expresión?
R: La motivación es de carácter muy intelectual. Llegó a mis manos el libro Nuevas tendencias en la pintura, de Aldo Pellegrini. Me puso sobre las bases de todo lo que se estaba haciendo en los entornos de la pintura, rompiendo lo que eran los modelos clásicos, y yendo un poco más allá. También viendo a ese grupo de artistas que estaban en Cuenca conocí a otras personas como Paz Muro que ya empezaban a hacer cosas distintas a lo que era el arte. Investigué y muy tempranamente di de luces con el arte conceptual, de hecho, mi primera exposición fue de este carácter: se trataban de cuadros de 2×2 metros y en la tela del cuadro pegué bolsas de basura negras. Pero el pegamento que les puse atacaba al plástico, y al cabo de unos días se fueron deteriorando y cayéndose al suelo. Partía de la idea de cómo todo tiene su tiempo y acaba desapareciendo.
P: Su última exposición, Elogio del Discurso, no deja indiferente a nadie, ¿qué es lo que pretende transmitir?
R: En esta nueva sociedad de la digitalización cada vez nos deshumanizamos más y llega a no haber casi discursos. En Facebook utilizas 20 palabras, en Twitter 25; entre las personas no se producen discursos, sino simplemente frases. Es una forma de oposición a las nuevas tecnologías, aunque yo también las utilice, y por otra parte porque hay un diálogoentre las masas, las líneas, los colores, y es en ese sentimiento en el que digo yo elogio de un discurso.
P: ¿Cree que precisamente esta sociedad cada vez más digital puede dar lugar a que desaparezca la pintura?
R: Todo puede ocurrir en este mundo, pero tampoco me da miedo, yo creo que el artista se adapta a lo que es el tiempo, o una forma de vivir ese tiempo es no querer adaptarse. Yo creo que es difícil que determinadas formas del arte desaparezcan, porque es una expresión que añade valores a otras formas expresión. Para mí no es incompatible hacer videoarte con el hecho de que haga pintura, montajes u obras conceptuales. No veo la necesidad, aunque si hubiese la posibilidad de que desapareciesen las artes más clásicas.
P: ¿Cómo ha sido su proceso creativo para dar vida a estas obras?
R: Normalmente, todo lo hago muy artesanalmente. Yo tengo una pequeña serrería, me hago los bastidores, yo compro la tela… Me gusta que la tela esté ceñida, de modo que las primeras líneas y los primeros trazos que hago son sobre la tela todavía en estado crudo, y sobre eso voy metiendo colores, fundamentalmente el blanco, y se convierte en colores más tonales, o en grises muy diferentes. Esa es la primera fase, y desde ahí es donde empiezo a meter ya el color y las formas.
P: 50 años en el mundo del arte han dado para mucho, ¿algún sueño que le quede pendiente por cumplir?
R: El único sueño que me queda es seguir haciendo trabajos que merezcan la pena hacer. Los sueños sobre si algún día tendrás la oportunidad de estar en los libros de historia o en los grandes museos no me lo cuestiono, porque sé que eso no funciona con el hecho de que la obra sea mejor o peor, sino que hay todo un entramado económico que no tiene nada que ver ni con la obra de arte ni con el artista. Lo único que quiero es que siempre tenga algo que aportar dentro de lo que es el discurso de todo mi arte.