Autora: Lucía Ruesca
Los libros se han convertido en hogar y refugio para mucha gente. Concretamente, una niña sintió esta pasión por la tinta y las páginas allá por 1988. Con un flequillo que todos recordamos, tenía una mente prodigiosa y, sobre todo, superpoderes. ¿Quién no se acuerda de Matilda? Nació entre las páginas de la novela infantil homónima de Roald Dahl. Cautivó los corazones de los lectores hasta que, poco después, en 1996, se llevó a la gran pantalla.
Su carácter singular era notable por todos. Sin embargo, sus padres nunca lo entendieron y desde muy pequeña empezaron a despreciarla y ningunearla. Esto, sumado a la falta de atención y dedicación, hizo que, por necesidad u obligación, lograra una independencia muy temprana. Con la necesidad de encontrar un refugio y guiada por una guía telefónica, llegó a la biblioteca más cercana a su casa. Allí, primero entre libros infantiles y más tarde entre clásicos como Moby Dick, se encontró con autores e historias que le abrieron las puertas a la lectura.
Al entrar a la escuela -un poco tarde para su edad-, descubrió su habilidad para manejar objetos materiales e inmateriales. Desde el agua y la electricidad, hasta una caja de cereales. Así pues, utilizó estos poderes para ayudar a los que se encontraban en problemas y castigar a las personas malas.
Matilda Wormwood cuenta con magia en su interior. Una luz que la hace destacar y atraer la atención de todos. De la misma forma, Dahl poseía un encanto especial como cuentacuentos que te atrapa desde el principio. Da igual la edad que tengas. Ya no solo en esta fábula, sino también en sus otros títulos como Las brujas o Charlie y la fábrica de chocolate. En este caso, mezclando el humor a veces ácido y la ternura que desprende la protagonista hace que, incluso los adultos, se entretengan durante sus 250 páginas.
Las ocurrencias de la niña también consiguen arrancar las risas al espectador en el filme. Dirigida por Danny DeVito y protagonizada por Mara Wilson, logra una adaptación bastante fiel, principalmente en la caracterización de los personajes. Personajes como Harry Wormwood -padre de Matilda- o Agatha Trunchbull -directora del colegio- están reflejados en los 98 minutos tal y como el autor los refleja en sus páginas.
De esta forma, el tono cómico o los personajes son puntos comunes entre libro y película, pero las diferencias son notables. En los primeros minutos de la cinta, se insiste repetidamente en la falta de amigos de la chica de tan solo cinco años. Esto justifica en parte su pasión por los cuentos y novelas. Sin embargo, se mencionan distintos amigos o conocidos que le sirven de cómplices para castigar a sus padres o a la directora Trunchbull. Igualmente, su mejor amiga en la escuela, cuyo nombre es distinto en sendos formatos, no entabla relación con Matilda hasta pasado un tiempo en el texto, mientras que, en la película, comienzan a ser amigas casi a primera vista.
La acción de la película es trepidante gracias al ritmo frenético de sus acontecimientos. En cambio, en la novela el ritmo es más pausado. Los acontecimientos toman un orden más lógico y diferente, aportando sentido común dentro de lo irrealista de algunas situaciones.
Al ritmo del filme de Danny DeVito, hay que añadirle la música que la acompaña. Una de las escenas más conocidas es recordada por su banda sonora. Al compás de Little Bitty Pretty One, descubrimos junto a la protagonista cómo funcionan sus poderes. Con esta canción popularizada por Thurston Harris, los distintos objetos del salón de la familia Wormwood se ponen a bailar con la niña: lámparas, fichas del parchís, maceteros, cartas, sillones, etc.
Pese a que ya han pasado varias décadas desde la publicación de esta historia, se ha vuelto atemporal. Acercarse a Matilda y a sus (a veces) alocadas ideas te permiten reencontrarte con tu yo de la infancia y con las preguntas que te planteabas en aquel entonces. Y lo más importante: puedes volver a ver la magia como solo los niños pueden hacerlo.
Editoras: Tamara Morte y Alba Conte
