Autoras: Lucía Ruesca y Alexia Pavón
La originalidad siempre es un punto extra, pero ¿a quién no le gusta un buen cliché? El amor a primera vista, las peleas que acaban en beso o dos personas que están destinadas a estar juntas son algunos de los que más éxito tienen. La prueba de ello está en que los siguientes clichés aparecen en algunos de los libros románticos más populares de la literatura juvenil.
Dos de los más típicos son Enemies to lovers y Friends to lovers. El primer cliché consiste en que los protagonistas del libro comienzan su relación odiándose. Este odio se suele deber a una rivalidad, ya sea académica, laboral o por ser enemigos y pertenecer a bandos contrarios. Además, el odio suele ir acompañado de una fuerte atracción física que se intensifica conforme avanza la historia hasta llegar a conectar emocionalmente. Con Friends to lovers ocurre lo contrario. Los protagonistas de la historia son amigos desde pequeños y, aunque no son conscientes de ello hasta la adolescencia, ambos están enamorados el uno del otro. Estas parejas se caracterizan por tener una relación lenta, sana y con mucha confianza.
Otra contraposición de tópicos son el Slow burn romance y el Insta-love. El primero se suele relacionar con el Friends to lovers, pues se refiere a un amor que “se cocina a fuego lento”. Poco a poco, los personajes empiezan a desarrollar un interés romántico por su coprotagonista. En este tipo de historias vamos profundizando poco a poco en las vidas, gustos y sentimientos de cada uno. Así, llegamos a entender en su totalidad las razones que han llevado a los personajes a estar juntos. Por otra parte, con el Insta-love o flechazo a primera vista, los protagonistas se sienten atraídos desde el principio, ya sea por alguna razón justificada o simplemente por el destino.
El amor a primera vista suele ir relacionado con el cliché de Almas gemelas, es decir, dos personas que están destinadas a encontrarse y compartir su vida. Este cliché bien escrito tiene mucho éxito, ya que crea parejas con una conexión que va mucho más allá de lo físico, pero si no se sabe llevar adecuadamente puede caer en el problema de la toxicidad. Esto ocurre con parejas que justifican todo el daño que se hacen debido a que “son almas gemelas”, como por ejemplo en la saga After de la autora Anna Todd. Pero al contrario de lo que ocurre en estas historias, no todo vale en el amor, por mucho que se quieran. Por esta razón, es un cliché complicado que debe ser bien escrito para no crear conflictos innecesarios o confusiones en el lector.
No tan común, pero bastante aclamado es el Amor escrito, es decir, esas relaciones que surgen poco a poco a través de un medio atípico. Se puede desarrollar por carta, por correo electrónico, por mensaje… Incluso por post-its. Gracias a estos formatos, los protagonistas se van conociendo poco a poco más allá de las apariencias físicas, centrándose en la parte emocional o psicológica de la relación. Los motivos que llevan a los personajes a comunicarse así suelen estar relacionados por la distancia espaciotemporal, pero ambos coinciden en que no quieren perder el contacto. Un ejemplo de esto es Nosotros en la Luna de Alice Kellen, donde los protagonistas hablan mediante correos electrónicos.
La ventana es uno de los gestos románticos más recurrentes en la literatura y, por ello, se ha acabado convirtiendo en cliché. Este consiste en que uno de los miembros de la pareja entra en la habitación de la otra persona por la ventana, ya sea para sorprender a su interés romántico, para tener intimidad, para dormir juntos o por muchas otras razones. Se suele considerar un gesto rebelde y romántico y lo cierto es que ha conquistado muchos corazones en diferentes historias.
Y de una parte de la casa al apartamento entero: compañeros de piso. Ya sea por casualidad o premeditado, los personajes principales acaban compartiendo piso. De esta forma, la convivencia diaria y la presencia constante en la vida del otro hace que los sentimientos afloren. Primero, en forma de amistad y, más tarde, en una historia romántica. Este cliché se cumple, por ejemplo, en Piso para dos de Beth O’Leary.
Parece sencillo el utilizar clichés en una historia de amor, pero mal llevados se pueden convertir casi en una tortura para el lector. Desde falta de credibilidad a exceso de idealización. Sin embargo, suelen ayudar a endulzar una historia o añadirle ese toque que a veces puede faltar. De cualquier forma, los clichés son un fenómeno literario que lleva años acompañando a la literatura. Desde los clásicos como el Enemies to lovers de Romeo y Julieta, hasta los más recientes como La ventana en A través de mi ventana y su adaptación a la gran pantalla. Y, al parecer, los lectores no nos cansamos de ellos.
Editoras: Tamara Morte y Alba Conte