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El género de la ciencia

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Texto: Clara López Nieto. Fotografía: MSN.com

La historia lo ha dejado claro: la ciencia ha estado en manos de varones. Sin embargo, nunca han faltado mujeres en la ciencia, desde Hipatia de Alejandría en el siglo IV de nuestra era hasta mujeres como Marie Curie o Rosalind Franklin, que ayudaron a revolucionar la ciencia ya en el siglo XX. Está claro que las mujeres siempre han estado presentes, pero su posición ha solido estar relegada a la de sus colegas masculinos.

De acuerdo con la UNESCO, “la ciencia y la igualdad de género son fundamentales para el desarrollo sostenible”. Sin embargo, las mujeres ocupan menos del 30% en la investigación científica. Según este organismo en su informe Descifrar las claves: la educación de las mujeres y las niñas en la materia de STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), “el sesgo de autoselección es la razón principal por la cual las niñas optan por no participar en STEM. Esta ‘elección’ está fuertemente influenciada por el proceso de socialización y las ideas estereotipadas sobre los roles de género”. Por tanto, la decisión de una mujer de estudiar ciencias está vinculada a cómo esta se proyecta dentro de ese ambiente y su sensación de pertenencia en él. Los estereotipos de género que hemos construido siglos atrás juegan un papel crucial.

Algunas han luchado por abrirse un hueco, pero han sido ninguneadas y relegadas a la sombra de un hombre, cayendo en completo anonimato. “Efecto Matilda” es el nombre con el que se conoce a este prejuicio. Así pasó con Isabella Karle, que desarrolló una serie de técnicas para determinar la estructura tridimensional de las moléculas por cristalografía de rayos X, pero todo el reconocimiento se lo llevó su marido, al que le otorgaron el Premio Nobel. O lo mismo con Jocelyn Bell Burnell, que descubrió los púlsares, mérito que se llevó, junto con un Premio Nobel, su supervisor de tesis. La lista se alarga, y Agnes Pockels, Nettie Stevens o Gerty Cori son algunas otras de las muchas “Matildas” que han permanecido invisibles a nuestros ojos.

La falta de representación de mujeres científicas en los libros ayuda a que las niñas crezcan sin referentes femeninos en los que apoyarse y vean la ciencia como un campo que no está hecho para ellas. Todos conocemos a Marie Curie, ganadora de dos premios Nobel por sus investigaciones sobre la radioactividad y el descubrimiento del radio y el polonio, pero ¿qué hay de Caroline Herschel, Ada Lovelace, Elizabeth Blackburn, o las españolas Flora de Pablo y Margarita Salas? ¿Aparecen estos nombres en los libros de texto?

Si bien las carreras universitarias de ciencias han estado ocupadas en su mayoría por hombres, la tendencia se atenúa, y cada vez son más las mujeres que se atreven a desafiar la historia y llenar estas aulas. Ejemplo de ello son Lucrecia y Cristina, a las que les une su pasión por la ciencia, pero les separa toda una generación, y a su vez, un cambio en la concepción de la mujer en la sociedad.

Lucrecia, Licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad de Zaragoza, promoción 1972-1977.

“Siempre disfruté más con las asignaturas de Ciencias. Mi madre se licenció en Ciencias Químicas y trabajaba en un laboratorio, por lo que desde pequeña el mundo de la química me llamó mucho la atención y tenía muchos libros a mano para poder satisfacer mi curiosidad. El número de alumnos y alumnas en la universidad estaba bastante equiparado, estaríamos unos 60 alumnos y 40 alumnas, aproximadamente. Para elegir la carrera mis padres no me pusieron ningún problema. Para entrar en la Facultad tampoco fue inconveniente el hecho de ser mujer. Tanto en las clases como en los laboratorios, éramos todos los alumnos y alumnas tratados de igual forma. Los problemas aparecieron cuando ibas a buscar trabajo, los compañeros encontraron trabajo con más facilidad que nosotras.

Se ha producido un gran avance. Cada día se sabe más del trabajo que han ido realizando las mujeres en cualquier campo de la ciencia a lo largo de la historia. Y cada día hay más mujeres trabajando en este campo y en puestos relevantes. Hay que seguir avanzando”.

Cristina, estudiante de segundo del Grado en Química en la Universidad de Zaragoza.

“En mi clase sí que estamos igualados en números, incluso diría que somos alguna chica más, pero no es grande la diferencia. Y el profesorado también está igualado. No conozco muchas mujeres científicas, más allá de las profesoras. Los científicos que estudiamos en la carrera como descubridores suelen ser hombres.

No creo que tenga desventaja respecto a mis compañeros, me gusta pensar que la sociedad ya ha avanzado lo suficiente para haber acabado con esa injusticia. En un futuro confío en que las desigualdades que pueda haber terminen. En la ciencia como en cualquier otro campo las mujeres también podemos destacar”.

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