– Un reportaje de Cristina García y Celia Andreu –
El 13 de marzo de 2020 vivimos un apagón cultural. Todas las salas de Zaragoza cerraron sus puertas por la pandemia con la incertidumbre de cuándo volverían a abrir. Dos años después, los escenarios de la capital aragonesa se han vuelto a llenar. Hosteleros, programadores y responsables de sala han recuperado la normalidad. Pero, ¿qué ha pasado durante este tiempo de pandemia? Hablamos con tres programadores culturales.
Si hay un sitio emblemático en la ciudad de Zaragoza es el Rock and Blues. Fundado en 2003, está caracterizado por su música en directo, su ambiente y su ubicación céntrica. Desde hace seis años Pablo Cano –Patxi tanto para quienes lo conocen para los que no- es su propietario. Durante este tiempo ha forjado una vinculación con el local muy fuerte: “Al final es un poco mi casa, mi vida y la culminación de muchos proyectos, un espacio que siempre he querido tener”, explica Cano.
Y a Patxi la pandemia, de alguna manera, le arrebató el sitio que siempre quiso tener. “Yo, en 2020, con mis camareros y mis números, dije: «Hay que aguantar hasta mayo de 2021 sí o sí», pero hubo momentos en los que nos replanteamos la situación porque la hostelería ha sufrido mucho”, lamenta.
Desde que adquirió el negocio, Patxi ha ido haciendo y deshaciendo el Rock and Blues a su gusto, adaptándose a las nuevas tendencias más mediáticas como el pop o el trap. La consecuencia: público de todas las edades llena de vida el local. Sin embargo, la pandemia también ha influido en los espectadores del establecimiento. El miedo al virus, nos cuenta, causó que un porcentaje de clientes habituales dejara de acudir a los conciertos debido al cambio de hábitos: “La gente de cuarenta años nos dicen que el jueves y el viernes su plan es salir de trabajar e irse a su casa a ver Netflix, y ya salen el sábado”.
Aunque en estos dos años de lucha y desajustes Zaragoza ha tenido menos restricciones que otras ciudades, también ha contado con menos ayudas. Y no solo eso, sino que con cada nueva limitación los establecimientos culturales han tenido que hacer inversiones económicas: “Nosotros invertimos en ventilación, invertimos en extracción. También hicimos un proyecto con el Ayuntamiento e instalamos unos aparatos que filtran todo el rato el aire y que son viricida”, nos explica. Un esfuerzo económico al que se ha sumado la falta de flexibilidad horaria que les ha ido ahogando poco a poco: “Yo he llegado a estar abierto aquí a las 15.00 y cerrar a las 18.00, muy poco tiempo y sin ningún tipo de compensación”, se queja Patxi.
¿Por qué no, ante esta situación, buscar un local más grande o una terraza? Responde sin dudar: “Llevarnos nuestra programación de nuestro espacio a otro más grande era como desmerecer nuestros espacios y reconocer que no eran seguros cuando no era así. La gracia de vender un concierto como sala es que veas cómo un artista que ha pasado por aquí luego está tocando un estadio”.
No obstante, en 2021 y como presidente de Aragón en Vivo, Patxi puso en marcha El jardín de invierno. La idea caló en la ciudad y numerosos programadores de Aragón se sumaron a esta iniciativa que perseguía promover la cultura. Entre quienes dijeron “sí”, Chema Fernández, promotor musical y programador de La casa del Loco. En su despacho, rodeado de carteles de conciertos de otros tiempos, nos explica cómo fue esta iniciativa: “Hicimos una programación, por primera y seguramente única vez, y ya no solo en Aragón sino en España, entre todos. Es decir, en ella se implicó desde el promotor de conciertos más rico de Zaragoza hasta el último técnico de sonido. Todos juntos le hicimos una propuesta al Ayuntamiento de Zaragoza y aceptó”.
Fernández lo recuerda como una gran experiencia tras los duros golpes de la pandemia, un proyecto que les permitió trabajar: “Ya no era solo ganar dinero, también recordarnos a nosotros mismos, que llevábamos un año y medio sin hacer nada, quiénes éramos y qué hacíamos. La motivación era fundamentalmente volver a la vida. Todos los actores del sector trabajamos en igualdad de condiciones, es decir, nos repartimos el dinero, hicimos unos presupuestos, acordamos todo en reuniones y conversaciones. Fue una experiencia única”, recuerda sonriente.
Y es que, aunque La casa del Loco sea otro de los espacios más significativos de la capital aragonesa, también ha tenido dificultades para resistir a la crisis sanitaria. Sin embargo, según explica el promotor, el establecimiento nunca ha llegado a plantearse el cierre definitivo: “Se ha querido mantener el negocio porque creen en él y en la programación de conciertos. Es un sitio nocturno divertido y es importante para la ciudad. Lo económico también pesa mucho, y de alguna manera se ha podido soportar, aunque se han pedido muchos créditos que habrá que ir pagando con los años, así que esperamos que esto siga funcionando”.
«Hemos mantenido el negocio porque creemos en él, pero ha habido que pedir muchos créditos»
La pandemia también ha traído cambios aquí. Una, la venta anticipada de entradas. Y de la mano de esta, una nueva moda: artistas que crecen muy rápido y de manera espontánea, por ejemplo, a través de TikTok o YouTube. Adaptarse a ello ha resultado difícil para los de la vieja escuela, aquellos que llevan toda la vida trabajando en el sector musical: “Me ha costado engancharme a estas nuevas músicas porque son muy fulgurantes. Son artistas que un día están haciendo el tonto en TikTok, otro día hacen un vídeo en YouTube y de repente tienen 500.000 vistas. Es difícil estar al día de todo: no se quita una cosa para poner la otra, se suma”, confiesa Fernández.
Cultura para adultos, cultura para jóvenes, y cultura para niños.
Si hablamos de patas culturales que sostienen la capital aragonesa no podemos olvidarnos de Teatro Arbolé, el único teatro infantil de la ciudad y el más antiguo de España. Sus dueños empezaron como titiriteros. En 2008 llegaron al espacio que hoy ocupan, un lugar de ocio y diversión desde los ojos de la sociedad. Pero, ¿cómo lo define su dueño?: “Pues en verdad es la vida, es nuestra vida. Para mí es ese sueño que también me ha amargado la vida”, define Iñaki Juárez.
Como explica el director, ellos están acostumbrados a los cambios continuos y a la incertidumbre, algo que caracteriza al mundo de la escena: “En esto del teatro, que yo ya llevo muchos años, si hay una cosa cierta es que no se sabe lo que va a pasar. Ni siquiera en temporadas normales, que dices «Sí, en enero remonta, en diciembre es más flojo»”, y la temporada siguiente es al revés”. Esta tendencia habitual, sumada a su público infantil, ha hecho que su historia con la COVID sea algo distinta.
En el comienzo de la pandemia los más pequeños no se encontraban entre la cifra de contagiados o fallecidos, lo que afectó positivamente al establecimiento. Sus tres líneas de trabajo, las funciones abiertas durante los fines de semana, los espectáculos para adultos -minoritarios y esporádicos- y las funciones para escuelas, han seguido distintos cursos. Mientras las dos primeras han funcionado muy bien, incluso durante las etapas más duras de crisis sanitaria, la última tuvo una caída radical: “Pasamos de hacer más o menos 70 funciones escolares en 2019 a no hacer ninguna. Eso sí que supuso un hándicap muy grande porque es una de las formas de financiación del teatro”, explica Juárez.
«PASAMOS DE HACER 70 FUNCIONES ESCOLARES A NO HACER NINGUNA. Y ESO ERA LA FINANCIACIÓN DEL TEATRO»
Y también el teatro ha notado la subida de venta de entradas por internet, un cambio su dueño considera que ha venido para quedarse. Sin embargo, han echado en falta que la gente se volcara con la cultura zaragozana. Según explica el dueño, “La subida de público que tuvimos fue más por necesidad que por decir «Vamos a salir a apoyar»”. Sí que notamos que los medios de comunicación nos dieron un poquito más de bola, se preocuparon por cómo nos iba”.
Iñaki Juárez reconoce que Arbolé vio peligrar su existencia. Gracias a los ERTES, han podido mantenerse, pero su endeudamiento es alto porque no todas las instituciones han cumplido con sus ayudas: “Tenemos muchas ayudas del Ayuntamiento de Zaragoza, del Gobierno de Aragón y del Ministerio de Cultura. El Ministerio de Cultura ha cumplido; el Ayuntamiento, cero pelotero; y el Gobierno de Aragón, no solamente eso, sino que cada vez nos está poniendo más inconvenientes”, critica.
Y sumándose a los anteriores espacios de eventos, tampoco el teatro ha optado por las medidas al aire libre. Han seguido su rutina habitual, haciendo alguna función al aire libre por los pueblos cercanos a la ciudad. Pero el resultado no fue exitoso, y el efecto fue el contrario. Así lo explica Juárez: “En las funciones al aire libre por los pueblos se notaba mucha menos gente, y eso es de analizar porque en los teatros sí había gente. Igual daba más seguridad estar en un sitio cerrado y controlado que al aire libre, porque se hacían cosas como poner sillas a dos metros, agrupar a las familias, etc.”.
Hoy, el ocio de Zaragoza vuelve a funcionar para ofrecer a la ciudad el enriquecimiento y aprendizaje cultural que merece. Aunque está claro que la pandemia no ha llegado a su fin, sí podemos poner punto y final a las puertas cerradas de nuestros espacios de ocio, cultura y diversión. Es ahora el momento de apoyar a lo local, el momento de llenar nuestros espacios y volver a la tan ansiada y mencionada normalidad. Es ahora, justo ahora, el momento de encender de nuevo la cultura en la ciudad.