Entrevista realizada por Eduardo Ramírez Carazo
Editoras: Mariola Conde y Elena Bandrés
Silvia de Félix es natural de Zaragoza. Graduada en periodismo por la Universidad de Navarra, lleva desde el año 2005 actuando como consultora internacional de procesos electorales para la Unión Europea, en países de regiones como África y Latinoamérica. Su carrera profesional le ha llevado a trabajar para medios como EFE, El País o Cadena SER, de donde acumula experiencias como corresponsal, analista y observadora de elecciones sobre el terreno. Hoy en día, forma parte de la asociación Periodistas por la Igualdad, que busca terminar con las diferencias que separan a mujeres y hombres en el ejercicio de su profesión.
Trabaja como periodista y consultora internacional de procesos electorales ¿En qué consiste su profesión?
Es una labor bastante desconocida. Hay diversas organizaciones internacionales que se encargan de monitorear procesos electorales. Y un poco también se reparten por regiones. Las misiones de observación electoral, y sobre todo las de la Unión Europea, son un instrumento de diplomacia. Son una herramienta con la que la UE ayuda a promover la democracia, los DDHH y la buena gobernanza en muchos países. Empezaron con la observación electoral en el año 2000, y ha realizado más de 300 misiones de observación electoral alrededor del mundo. Pero son los países los que tienen que solicitar primero esa observación. La UE no se impone. Es una invitación diplomática, un memorando de entendimiento. Los observadores siempre tienen que respetar el principio de no injerencia. Se incluyen una serie de recomendaciones para que el país pueda considerar o no y mejorar en futuros procesos electorales. Si la UE está viendo que el país no hace un esfuerzo en adaptar estas recomendaciones, a lo mejor no va a tener sentido enviar otra misión al ciclo electoral siguiente
Es decir, la observación electoral no es solo un equipo de expertos de democracias avanzadas que acuden a países en vías de desarrollo o de consolidación democrática a inspeccionar un poco la calidad de su democracia, no. En España también observan elecciones. Se realiza a todos los niveles, independientemente de cómo se considere que el país esté desarrollado, porque siempre decimos que todas las democracias son “perfectibles”. Siempre hay algo que mejorar.
¿En qué países y con qué organizaciones ha desarrollado su labor?
Sobre todo con la Unión Europea. Sumo más de 20 procesos electorales a lo largo de los últimos 15 años en 4 continentes distintos. Es ya un largo recorrido. Con la UE, sobre todo, he observado muchísimo en África, y también en países de Latinoamérica. Son los dos continentes en los que más he trabajado.
¿Qué es lo que le empuja a enfrentar realidades tan lejos de casa?
(se ríe). La motivación profesional, ¿no? A veces, las cosas suceden de forma fortuita en la vida. Pasan trenes, en los que tienes que decir si te subes a ellos o no. Yo siempre he estado vinculada con Bruselas y con los asuntos comunitarios. Un contacto, un colega, me comentó que la Comisión Europea estaba buscando un profesional de mi perfil para participar en asuntos electorales en Republica Democrática del Congo. Nunca había escuchado que existiera ese tipo de labor. Y, bueno, estos concursos son públicos, y allí presenté mi currículum. Yo tenía experiencia cubriendo elecciones cuando fui corresponsal para PRISA en Turquía. Con esta experiencia, seleccionaron mi currículum para Kinshasa. Fue realmente una experiencia muy de “shock”, porque era mi primera vez en África. Y claro, entrar en África por República Democrática del Congo es un poco chocante.
Una vez llegas a África, ¿Con qué dificultades te enfrentas durante el ejercicio de esta profesión?
La primera vez que yo trabajo en África… no sé cómo explicarlo. Te quedas muy paralizada por las condiciones de vida. Por mucho que veas documentales es un terreno mucho más duro. Y toda esa gente no ha tenido más horizonte que el de sobrevivir, el de cómo voy a alimentar a mi familia al día siguiente. El compromiso que tienen con las urnas y el deber como ciudadano de votar… Siempre me he encontrado con muchísimas filas, y a la gente, creyendo que su voto cuenta. Recuerdo una anécdota en Kinshasa en 2005 que da una idea de cómo es el nivel en la calle. Era un referéndum constitucional, y la gente decía que no conocía al señor “Referéndum” porque no le habían visto la cara en la tele. Por eso, existe una labor muy importante por parte de las instituciones y los medios de comunicación. Una de las tareas que también analiza las sesiones de observación electoral de educación al votante: que la gente sepa en qué consiste la elección y qué es lo que se juega.
Al haber trabajado en países con culturas tan alejadas de nuestra concepción occidental, ¿Afectó la condición de ser mujer a sus labores allí?
La verdad es que por el hecho de ser mujer no he tenido problema en ninguno de los países. Una anécdota que puedo contar es cuando participé en 2012 en Argelia. Asistí a las entrevistas y a las reuniones de trabajo con un pantalón y una chaqueta. Recuerdo que en las redes sociales criticaban el hecho de que fuera con pantalones. Pero es más anecdótico que cualquier otra cosa.
Y, ¿de qué manera ha modificado el trabajo en estos lugares su manera de ver la realidad democrática?
Acabas siendo más consciente de tus derechos y deberes como ciudadano con las urnas. Hace poco, me tocó por sorteo participar como mesa y me hizo mucha ilusión, sinceramente. Porque, después de estar en tantos países viendo cómo trabajan los miembros de mesa, tuve la oportunidad de hacerlo yo misma en mi país, aquí en Zaragoza. Pero te puedo asegurar que las condiciones de los miembros de mesa en muchos países son durísimas, nada que ver con España. En países africanos, en zonas rurales, alejadas, tienen que enviarles el material, lámparas con pilas para cuando se les vaya la luz (porque en muchos sitios no hay electricidad), tienen que hacer recuento de una manera muy rudimentaria: apuntar en las pizarras… se puede prolongar durante muchísimas horas por errores en la consolidación de los resultados en la suma… después, que todos los apoderados de los partidos políticos estén de acuerdo… Es bastante complejo en muchas zonas del mundo, y puede durar hasta altas horas de la mañana hasta que se pueda rellenar el acta de voto.
O sea, que aquí nos quejamos por vicio
Yo creo que eso es una frase hecha. No podemos ir comparando de un país al otro. Lo que funciona en un país puede no funcionar en el siguiente. Y el hecho de que los ciudadanos exijan a sus representantes políticos con el máximo rigor, a todos los niveles es aceptable, ¿no? La cosa pública siempre ha sido criticable. Imagínate cuáles pueden ser los eslóganes o lemas de campaña en sitios como Islas Comoras, un archipiélago cerca de Madagascar. Allí, el eslogan va a ser “luz y agua para todo el mundo”. Algo que aquí hemos sobrepasado. Cada una a su nivel.
Además, pertenece a Periodistas por la Igualdad.
Sí, somos una asociación bastante reciente. Echó a andar hace un par de años o tres, máximo.
¿Es el mundo justo con los periodistas?
Yo creo que hay buenos profesionales y malos profesionales, como en todos los gremios y áreas de trabajo. Ahora, lo que nos toca lidiar a los periodistas, y yo creo que tenemos que hacer todavía más hincapié y más esfuerzo, es en contrarrestar la información y verificar nuestras fuentes: las redes sociales, el tema de las fake news han puesto en entredicho nuestra labor. Ahora, tenemos que ser todavía más rigurosos con nuestro trabajo y tener siempre todo “atadísimo” por, evidentemente, al menos, tres fuentes, y datos súper contrastados. Porque es cierto que se ha instalado en la sociedad esta percepción de que, como todo el mundo sabemos escribir, todo el mundo somos periodistas. No, no es así, ¿verdad? El periodismo es un oficio, es una labor profesional que implica unos estudios universitarios, y una labor de deontología y de saber hacer. No todo el mundo puede ser periodista. Además, siempre voy a reivindicar que las prácticas profesionales sean remuneradas. Esto ha hecho mucho daño en el periodismo y en otras profesiones. Hacer prácticas gratuitas tampoco nos beneficia.
¿Garantiza la democracia la libertad de prensa?
Al menos, eso intenta. Lo que ocurre es que en muchos países en los que he estado todavía lidiamos con las leyes de difamación, por ejemplo. Todavía figura en códigos penales en algunos países el poder encarcelar o criminalizar a un periodista por escribir u opinar sobre un personaje público para “mancillar su honor”. Eso es una puerta o ventana, a la censura y a la mordaza de la prensa. Y esto sí he podido comprobar que todavía es una realidad en bastantes países.