Una de las diversas teorías sobre el origen del término “Black Friday” dice que se empleó por primera vez para referirse al viernes después del día de Acción de Gracias, en el que los números rojos de las cuentas de las empresas se teñían de negro, a causa del gran consumo de la población en estas fechas.
El Black Friday en España comenzó a tener popularidad en 2012, hasta esta fecha las temporadas de rebajas estaban reguladas por el gobierno en nuestro país, con el fin de proteger a los negocios minoristas de las grandes empresas, pero la ley dejó de intervenir en este asunto. Desde la derogación hemos pasado de tener dos temporadas grandes de rebajas en invierno y verano a una liberalización total de las rebajas.
A costa de ello nacen nuevos términos como el “Cyber Monday” (el lunes después del Black Friday dedicado a las rebajas en internet), las rebajas mid season (entre los meses de marzo y junio y septiembre y octubre), fechas cada vez más comercializadas como Halloween o la Vuelta al cole…
Internet es un factor clave en este consumo compulsivo, ya que nos crea nuevas y constantes necesidades materialistas, ya sea mediante la comparación con otras personas, con rebajas a primera vista exclusivas, o con las nuevas estrategias de marketing cada vez más adaptadas al individuo. “El Black Friday es el resultado esperable dentro del contexto disfuncional de nuestra sociedad de consumo”, afirma Pablo Ruisoto, profesor de psicología de la Universidad de Navarra.
Pero, ¿hasta qué punto las grandes empresas van a crear nuevos hábitos de consumo? Incluso con los movimientos de protesta ambiental que critican directamente a estas empresas, han sabido sacar beneficio económico mediante campañas “ecologistas”, lo que resulta realmente metafórico.
Y esto no quiere decir que no debamos aprovechar una buena oferta cuando la encontramos, pero hay que tener en cuanta otros factores como que, en ocasiones, las empresas suben los precios de algunos productos meses antes para hacer parecer que ha habido una bajada de precio muy llamativa. Otra alternativa para romper esta cadena de consumismo es la de comprar productos de segunda mano que, aunque no lo parezca, vas a contribuir más por el bien del medio ambiente así que comprando esa camiseta con la etiqueta de “sostenible”.
Autora: Raquel Freire
