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Nos adentramos en La aventura del saber

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– Crónica de Sergio Guillén Lahoz –

Qué bonito es el periodismo. Incluso cuando te hace madrugar para coger un tren temprano con destino Atocha. Así ocurrió el pasado martes 22 de enero, cuando tuvimos la oportunidad de ir hasta los estudios de RTVE en Prado del Rey. Ni siquiera la gélida temperatura de la Estación Delicias —quizá la más fría que existe— nos restó la energía que teníamos depositada en aquella misión. Sí, era un martes cualquiera, de una semana cualquiera, pero la diferencia era evidente porque nos desplazábamos hasta Madrid para grabar un episodio del programa La aventura del saber. El viaje estuvo marcado por una película insignificante, música que volaba, con un volumen considerablemente alto, del dispositivo móvil hasta los cascos…, y por la rapidez. Bueno, qué vamos a decir de la velocidad del AVE, ¿no?

Una hora y media de trayecto y arribamos en Atocha, donde el equipo de RTVE nos esperaba en un coche negro. No puede obviarse la amabilidad con la que el conductor nos trató; el coche apenas estuvo en silencio, dado que diversas experiencias estaban intercambiándose en un lenguaje bastante cercano. Dejamos atrás las grandes avenidas de Madrid, sus preciosas calles, su impertinente tráfico, el estadio Vicente Calderón… hasta llegar a los estudios de RTVE en Prado del Rey.

«Pues aquí estamos», debí pensar, porque nos encontrábamos ante los principales estudios de radiotelevisión en España. Nunca antes había pisado unos por culpa de la pandemia, que arruinó cualquier visita prevista a la cadena autonómica. Antes de entrar de lleno hasta el edificio en el que íbamos a pasar parte de la mañana, tuvimos que hacer lo propio en estos momentos: medirnos la temperatura —afortunadamente, ninguno la tenía alta—. Hecho esto, el coche nos condujo hasta la entrada, donde una redactora bastante simpática nos recogió y nos guio por los interminables pasillos de los estudios.

Todo era gigante. Eso suelen decir de Madrid. La ciudad en la que vives se multiplica por mil, y pasó lo mismo con los estudios. Decenas de personas pululando, un número infinito de puertas que llevaban a saber dónde… Primero, pasamos por peluquería y maquillaje. Era la primera vez que me peinaban y maquillaban, y me sentía, la verdad, Ana Blanco antes de entrar en directo en el Telediario de las tres de la tarde. Nos maquillaron lo justo y necesario para no tener un tono pálido que pudiera asustar a los espectadores, y también nos embellecieron con los productos de peluquería. Un trato magistral.

Pudimos ver en la propia sala a Ion Aramendi, presentador de El cazador, quien entraría en directo en apenas dos horas. En cambio, a nosotros nos vino a recoger de nuevo la amable redactora para llevarnos hasta una sala de espera, en la que pudimos desayunar café y un surtido de galletas antes de entrar en la grabación. Ahí conocimos a gente bastante cercana e interesante que también venía a grabar La aventura del saber. Pudimos ver desde la propia televisión cómo se filmaba todo en directo, sacando primerísimos primeros planos —muy exagerados— hasta planos medios en los que los presentadores se recomendaban una serie que estaba en boca de todos.

Nuestra intervención se hizo de rogar, pero el tiempo de espera se pasó rápido mientras conversábamos animadamente. Por supuesto, una visita al baño antes de grabar… El nerviosismo se va a la vejiga, y esta se llena. Cosas que suelen pasar antes de entrar en directo, supongo. Nos llamaron y nos condujeron por más pasillos parecidos hasta el propio plató de La aventura del saber. Todo era… increíble. El plató del grado está bien, pero esto es otra cosa totalmente diferente. Gigante. Colorido. Espectacular.

Móvil en mano, no pude despegarme de filmar todos los detalles hasta entrar en escena. Era un equipo pequeño, de en torno a diez personas de diferentes edades. Unos jugaban al móvil mientras esperaban a que los presentadores llegasen; otros, en cambio, ya iban tomando planos. Nos pusieron el micrófono de corbata y nos acercamos hasta Mara Peterssen, quien nos trató con mucha gentileza antes de comenzar a grabar. Cualquier nervio que hubiera —inexistentes, también hay que decirlo, a pesar de lo mucho que amilanaba ese plató— se disipó. Su sonrisa eclipsaba cualquier error o temor; te hacía sentir apacible, seguro.

La entrevista se desarrolló con mucho ritmo y generando un gran interés. En ella, intervinimos Carmen Marta Lazo, catedrática de Periodismo en la Universidad de Zaragoza y codirectora de Entremedios; José Antonio Gabelas, profesor titular de Comunicación Digital en la Universidad de Zaragoza y codirector de Entremedios; y Sergio Guillén Lahoz, estudiante de cuarto curso y quien os está narrando esta historia. Pudimos hablar largo y tendido de la plataforma, de sus nuevas secciones o sobre el término triclab. Sin embargo, para saberlo todo, tendréis que verla en este enlace

Después, pudimos volver a hablar con Mara Peterssen y Salvador Gómez Valdés, quienes nos trataron como si La aventura del saber fuese nuestra casa. Un gusto, por supuesto. Pudimos hacernos fotos con ellos después de la conversación. Y agradecimos a todas las personas implicadas en el proyecto su simpatía y su buen hacer.

Todo lo bueno tiene su fin… Por ello, terminamos de grabar y el coche nos dirigió hasta la calle Espronceda. El programa se emitió el lunes 31 de enero y gracias a ello, hemos ganado visibilidad. Respecto a lo de la calle Espronceda… Esa es otra historia. Mejor, me la reservo para mí. Eso sí: hubo que brindar por nosotros. ¡Que viva Entremedios!

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