– Texto y fotografías: Cristina Lázaro y Silvia Rived –
La Feria del Libro por fin le ha ganado la batalla al coronavirus. Tras dos intentos fracasados en mayo y noviembre, este puente los amantes del papel pudieron disfrutar de esta cita anual. El espíritu se ha logrado mantener a pesar de los cambios en el formato y el escenario superando las expectativas de visitantes, organizadores y expositores. Durante 4 días, de sábado a martes, el Auditorio de Zaragoza ha acogido la vigésima octava edición de la Feria, en la que 39 editoriales, más de un centenar de autores y aproximadamente 5.000 visitantes se han encontrado cara a cara.
Aforo máximo de 256 personas, tomas de temperatura a la entrada, dispensadores de gel hidroalcohólico, registro de datos, distancia de seguridad y, por supuesto, mascarilla. Así es la nueva normalidad en los eventos culturales, que, según el secretario de la feria, Ángel Galvéz, los visitantes han cumplido a la perfección.
El sector se encuentra satisfecho con los resultados obtenidos: “Estamos muy satisfechos, por encima de las expectativas, teníamos mucha incertidumbre porque no son las fechas habituales de la feria, ni el lugar. Se ha organizado un poco rápido esta edición de diciembre, pero la gente ha respondido bastante bien”, nos contaba Victoria, de Onagro Edicones.
Este año se ha buscado impulsar la participación de editoriales aragonesas, así como reservar un espacio a las librerías de viejos, que no han podido celebrar su propia feria; en contraposición se ha reducido la asistencia de las librerías, como ha explicado Ángel Gálvez: “Estamos en campaña navideña. Las librerías tienen su local en la calle a diferencia de los editores, que no tienen lugar público, esto ha distorsionado la presencia de librerías en esta época, puesto que estas se han centrado en sus locales”.
En consecuencia, las pequeñas editoriales han tenido especial protagonismo. Virginia señaló: “Las ferias para los editores independientes suponen una oportunidad magnífica de exponer todo nuestro catálogo, tener contacto directo con los clientes, traer autores para firmar. Es una actividad que nos gratifica y además económicamente nos salva el año”.
Este tipo de ferias, que se celebran a nivel nacional, tienen tal éxito que incluso se había planteado una campaña virtual. Finalmente, se ha hecho todo lo posible para poder recuperar la actividad presencial, y lo han conseguido. En tiempos donde parece primar lo digital resulta gratificante que siga triunfando el papel, como explicó el secretario de la feria: “Se mantiene la ilusión por el libro clásico, el libro físico. Hay clientes de toda la vida, incluso cuando ya cogemos cierta edad, un arco de edad determinando que sigue siendo fiel al libro”. El reto ahora es implantar la cultura del libro entre los más jóvenes para mantener vivo el espíritu de un gremio muy castigado y que necesita de su público.
