Autora: María Melús Sierra
“Me levanto y lo primero que hago es coger el móvil. Miro si tengo algún mensaje, y leo alguna noticia. Luego juego al Apalabrados y me meto a Facebook. Por la tarde llamo por videollamada y antes de dormir hago sopas de letras online”.
Puede parecer el día a día de cualquier joven español, pero este testimonio es también la realidad de Eduardo, un zaragozano de 79 años. Cuando enciende su móvil aparece el promedio diario de tiempo de uso: 5 horas y 31 minutos. Pero no le parece mucho porque asegura que así se siente más conectado con sus hijos y amigos. “Mi hija vive en un pueblo que está a una hora de Zaragoza y apenas la veo. Gracias a las videollamadas que hago con el móvil puedo verla y sentirla más cerca”. Sin embargo, su conocimiento sobre tecnología acaba ahí. Reconoce que es su hija la que tiene que hacerse cargo de sus cuentas bancarias o las llamadas a compañías telefónicas porque se siente “inútil las pocas veces” que ha intentado hacerlo.
Eduardo vive con su esposa Pilar. A ella le afecta más esta brecha digital. Nos enseña su móvil, un Nokia de tapa que tiene pocas funciones más que hacer llamadas. “No necesito más, con poder localizar a mi marido o a mis hijos cuando salgo me vale”. Es de las pocas personas que sigue utilizando el teléfono fijo y haciendo sopas de letras en su cuadernillo. “Lo prefiero porque pienso que con el móvil me van a estafar. No me fío”. Y por no hablar de bancos, Pilar sigue pensando que las cartillas existen y que en las oficinas te atienden siempre sin esperas y rápidamente.
El apagón digital
Uno de cada tres ciudadanos se siente afectado por lo que se apoda actualmente como el apagón digital. Esto hace referencia a la ausencia de conexiones a Internet adecuadas, falta de habilidades necesarias para su manejo y carencia de instrumentos apropiados para ello. Según el diario digital NIUS solo un 13 % de los ancianos utiliza la banca digital, y menos de un 10% sabe concertar una cita medica a través de Internet. Pero, ¿es necesario realizar estos trámites vía online? ¿O tenemos otras alternativas?
Cada vez cierran más oficinas de bancos, algunos cajeros son complicados de utilizar, los horarios son muy limitados y la atención presencial ya no está a la moda. Ahora todo se realiza a través de las aplicaciones online. Contraseñas, autenticaciones y una vez dentro números, gráficos y textos inteligibles, quizás asequibles para los jóvenes acostumbrados a la hiperconexión, pero no para los ancianos que llevan una vida muy alejada del universo digital.
Soy mayor, no idiota
Pese a ello, los bancos consiguen beneficios millonarios ofreciendo servicios mínimos a personas que realmente lo necesitan. Esto ha alentado el surgimiento de campañas como la de Carlos San Juan Laorden, un urólogo y cirujano jubilado de 78 años que inició una recogida de firmas con el objetivo de reclamar una atención humana para los más mayores. Bajo el nombre de “Soy mayor, no idiota” este médico valenciano ha logrado reunir más de 100.000 firmas de apoyo en solo cuatro semanas para acabar con el abandono que sufren la mayor parte de ancianos por los bancos.
La brecha digital es un desafío más para nuestro país. La solución no está en eliminar los procesos tecnológicos que tanto nos ayudan en nuestro día a día. Pero sí está en no excluir a los ancianos, no dejarles solos en este mundo complejo, ni obligarles a aprender a la fuerza. Estamos a tiempo, ¿de qué sirve hacerlo en 50 años? Entonces ya todos habremos convivido con la tecnología desde niños y, por supuesto, sabremos utilizarla. ¿O nos tocará aprender de nuevo como a ellos?
