Texto: Diego Montanel. Fotografías: Germán Orizaola.
El accidente ocurrido hace 35 años en Chernóbil supuso una de las mayores catástrofes nucleares de la historia. Sin embargo, el biólogo Germán Orizaola, tras dirigir un equipo de investigación en el terreno, es muy claro sobre el ecosistema de la zona: “Es un paraíso para los animales; es un refugio para la fauna europea”. Insiste en “el conocimiento frente a las creencias”. En Chernóbil, la vida no ha desaparecido.
P: ¿Qué abarca exactamente la llamada zona de exclusión?
R: La zona de exclusión de Chernóbil se distribuye entre dos países: Ucrania y Bielorrusia y suma una superficie de unos 4500 kilómetros cuadrados, el equivalente a la mitad de la Comunidad de Madrid. También, dentro de esta zona la contaminación varía en cuestión de metros.
P: Pero aun así la radiación sigue presente, ¿no es así?
R: Ha desaparecido el 50 % de la radiación. La otra mitad, evidentemente, sigue ahí en el ecosistema y jugando su papel.
P: ¿Hay riesgo para las personas que todavía viven allí?
R: Para los visitantes el riesgo es nulo y para la gente que vive allí es muy bajo porque no están en las zonas de más alta contaminación. Los niveles son los mismos que podemos tener en Madrid o en Oviedo. En la central todavía trabajan unas 2000 personas y siguen viviendo dentro de la zona de exclusión. Están allí fundamentalmente de lunes a jueves, y después se marchan a sus casas, fuera de la zona.
P: Ahora, desde el conocimiento que se tiene, ¿cree que podría haberse evitado el accidente?
R: Se podría haber evitado porque el reactor que había allí era muy peligroso, inestable, mal diseñado y hubo fallos de manejo. Lo que desde luego podía haberse hecho era minimizarse.
P: ¿Qué ocurrió tras el accidente?
R: Se dijo que Chernóbil iba a quedarse sin vida durante veinte mil años. En parte porque no había experiencia de campo. No fue así. Chernóbil es un sitio fascinante para estudiar, para empezar porque no hay humanos.
P: Cuando llegó allí por primera vez, ¿lo que se encontró coincidía con sus ideas previas?
R: Para nada. Lo que me encontré el primer día que llegué fue una fila de 200 coches con familias. Era como un día de conmemoración y de puertas abiertas en la zona de exclusión.
P: Pero se habla de desierto nuclear, ¿no?
R: Es un sitio donde hubo un accidente con una repercusión importante sobre la población humana. Pero nada más lejos de un desierto nuclear.
P: Siguen existiendo muchos mitos, entiendo.
R: Yo creo que, como siempre, frente a las creencias se necesita conocimiento. Eso no quita que Chernóbil no causase un impacto sobre la población humana en el momento del accidente. Pero lo que hay que contar es la situación actual. Fue una zona que nunca dejó de ser habitada.
P: Sobre la fauna y el propósito de sus investigaciones, ¿qué mecanismos adaptativos ha observado en los seres vivos de Chernóbil?
R: Nuestras investigaciones tratan de ver hasta qué punto, con los niveles de la radiación actual, la fauna que vive en Chernóbil está experimentando algún efecto o ya no experimenta ninguno. Depende de a qué niveles de radiación se esté expuesto o si esos mecanismos de reparación son suficientes para evitar daños.
P: Me parece curioso el caso de las ranas, ya que en las zonas de más radiación su piel es más oscura.
R: Sí, ese es uno de los resultados más fascinantes de nuestros trabajos. En Chernóbil trabajamos con una especie en concreto, parecida a la ranita de San Antonio que hay en la Península Ibérica. Nos dimos cuenta de que cuando trabajamos fuera de la zona de exclusión, las ranas son verdes. En cambio, en Chernóbil, todas son más oscuras, incluso algunas son absolutamente negras. Otro de los animales que abundan hoy en día son los lobos. En ellos tampoco se han encontrado efectos negativos como tal de la radiación. De hecho, la zona tiene la mayor población de Europa.
P: Se habla, en la actualidad, de convertirlo en una zona turística y de realizar una reforma fluvial. ¿Este regreso de la actividad humana a la zona podría poner en peligro esta reserva natural que hay ahora mismo en Chernóbil?
R: Totalmente. Es ahora mismo el gran problema al que se enfrenta Chernóbil. La reforma fluvial va a tener problemas con respecto a la contaminación porque implicaría dragar el río para para que tuviera más profundidad y por lo tanto remover parte de los sedimentos, que pueden estar contaminados. No está muy bien evaluado y puede haber riesgos.
P: ¿Se han encontrado con impedimentos para investigar sobre el terreno?
R: Se necesita una buena dosis de paciencia con la burocracia local. Quitando eso, no tenemos grandes impedimentos. Es más, contamos con instalaciones que a uno también le sorprenderían.
P: ¿A qué puede deberse que no se haya investigado tanto en la zona sobre el accidente?
R: Los aspectos más ecológicos del problema quizá han sido los menos estudiados. Muchos investigadores todavía siguen teniendo esa imagen de Chernóbil como un sitio peligroso y prefieren investigar en otras zonas. La financiación también es difícil de conseguir e influye.
P: ¿Qué reflexión después de comprobar el impacto de los humanos en la naturaleza?
R: El factor condicionante de Chernóbil no es la radiación, sino la ausencia de humanos y todo lo que ello conlleva. Es un gran refugio de la fauna europea.