El nuevo thriller de Nolan llega a los límites de lo absurdo con un argumento muy pobre y unos viajes en el tiempo que nadie logra comprender, a pesar de que el título palíndromo pareciera dar alguna pista acerca de la doble dirección de lectura. Una mezcla de acción, espectáculo y experimentación en la gran pantalla que, a pesar de las altas expectativas y los millones de dólares invertidos en producción, ha destacado este verano por su mala crítica.
La reputación de Christopher Nolan hace que cada una de sus nuevas películas se convierta en un evento cinematográfico. Sin embargo, esta vez el director se ha pasado de la raya. Aunque cuente con actores de renombre como John David Washington, Robert Pattinson o Kenneth Branagh, el conjunto del largometraje sigue siendo insuficiente.
Comenzar con el tema principal de la película me parece lo más adecuado: un agente de la CIA (que no tiene nombre) se convierte en el responsable de salvar el mundo de la Tercera Guerra Mundial. Para conseguirlo, con ayuda de una mujer y otro espía, tiene que acabar con el malvado plan de un ruso. Una sinopsis de lo más básica que se camufla en lo espectacular gracias a los escenarios imponentes y la temporalidad incomprensible que crea Nolan.
Es innegable que las escenas de acción sobrepasan lo común, pero detrás de una producción como esta, que cuenta con más de 200 millones de dólares a sus espaldas, no podíamos esperar menos. Las secuencias de multitudes están perfectamente coordinadas y los momentos de acción, de disparos entre coches provocan que el cuerpo se tense, lo cual es de destacar. Aunque, a decir verdad, es algo que no debería sorprendernos mucho, tras haber visto la capacidad de despuntar en este tipo de secuencias en películas como The Dark Knight o Dunkirk.
A pesar de la simplicidad del argumento, Nolan nos demuestra su superioridad intelectual exponiendo teorías físicas y viajes en el tiempo que nadie es capaz de entender a la primera (ni a la segunda). Es tan enrevesada que cuando pestañeas pierdes el hilo conductor, y en cada escena dudas si la película va hacia adelante o hacia atrás, si lo que ves ya ha pasado o todavía tiene que pasar. Por otro lado, resulta satisfactorio que a medida que transcurre el film, vemos cómo los puntos se van uniendo con algo de sentido.
En cuanto a la imagen, el director de fotografía, Hoyte van Hoytema hace un asombroso trabajo filmando con las cámaras IMAX. Las vemos grabando en lugares complicadísimos y casi imposibles, lo que aporta a la película una dosis de verosimilitud en cierto sentido. De esta manera, el impacto en el espectador es mayor. Cabe destacar el buen empleo de la luz, cuyos tonos metálicos encajan a la perfección con el universo apocalíptico en el que nos encontramos. Además, gracias a pequeños detalles de iluminación roja y azul podemos ubicarnos en el espacio-tiempo.
Las actuaciones de los protagonistas no defraudan. Sin embargo, los personajes caen en tópicos que en el 2020 deberían estar ya más que superados. Vamos desde la mujer, Kat (Elizabeth Debicki), que no para de hablar de su hijo y además su marido es el malo, pasando por “El protagonista” (John David Washington) que es un agente especial de lo más serio, su compañero Neil (Robert Pattinson) que parece un loco traidor pero no lo es, hasta el terrible ruso suministrador de armas, Andrei Sator (Kenneth Branagh).
En definitiva, Tenet parecía ser la nueva obra maestra de Christopher Nolan y se ha convertido en un entramado de viajes en el tiempo y física cuántica que no apetece resolver. Simple, superficial e incomprensible film que, si no hubiera estado bajo el nombre de este director, nadie se habría dignado a ver.
Ficha técnica
Título: Tenet
Dirección: Christopher Nolan
Actores principales: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Dimple Kapadia, Michael Caine, Kenneth Branagh
Duración: 150 minutos
Exhibición: cine
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Autora: Elena Álvarez
Editora: Andrea Aragón
Redactora jefa de sección: Andrea Aragón
