Texto: Arancha Díaz. Fotografías: Facebook de Mario Escobar y Casa del Libro
Mario Escobar es autor, entre otros, del libro El espejo de las almas, un thriller que mezcla realidad histórica con ficción y en el que a través de sus páginas el lector conoce a las beguinas y la forma de vida de este movimiento femenino que surgió en la Edad Media.
P: Mario, ¿por qué elegiste a las beguinas como protagonistas para escribir una novela?
R: Fue providencial. Estando en Brujas fui a ver un beaterio y me encantó y después fui al de Lovaina y me quedé fascinado. Caminando por sus calles dije: aquí hay una novela, hay una historia que contar. Yo soy historiador, especializado en historia moderna y esto es medieval y nunca me había topado con las beguinas y eso demuestra un poco hasta qué punto han sido difamadas. De hecho, en España existe el término beata como algo despectivo porque aquí llegó a haber algún beaterio, pero de alguna manera se quedó en el imaginario colectivo el hecho de que esas mujeres eran como algo malo, algo que perjudicaba a la sociedad. Esta novela es un homenaje a todas ellas, al convertirse en un modelo de sociedad alternativo en una época en la que la injusticia y la desigualdad hacia las mujeres fue muy patente en toda Europa.
P: En la Edad Media las beguinas fueron un grupo de mujeres que, pese a no estar sometidas a ninguna regla de la Iglesia, llevaron a cabo una labor cristiana al dedicar su vida a los demás. ¿Por qué crees que estas mujeres han pasado tan de puntillas por la historia?
R: Creo que en parte ha sido por su propia condición de mujeres. En una sociedad y en un mundo como el medieval, las mujeres no podían ejercer ninguna profesión, prácticamente estaban sometidas a sus padres, esposos y, en caso de quedarse viudas, a sus hijos o hermanos. Cualquier intento mínimo de independencia era frustrado y por ello las beguinas fueron consideradas como un peligro porque demostraban que las mujeres podían hacer las mismas labores que los hombres.
P: Cuéntanos las diferencias entre las beguinas y las monjas
R: Hay muchas, las monjas entraban en órdenes religiosas bastante estrictas que tenían que cumplir una serie de normas como el celibato, el voto de castidad y además estaban controladas por la jerarquía católica. Además, una vez que la religiosa ingresaba en un convento normalmente no podían volver atrás. Las beguinas en cambio eran muy diferentes, eran una comunidad democrática que elegían a la Gran Dama para dirigir el beaterio. Podían irse cuando quisieran e incluso las hubo que anteriormente habían estado casadas, eran viudas, tenían hijos. Mientras las monjas vivían bastante aisladas del mundo, las beguinas sí tenían contacto con el exterior.
P: Mario, ¿dónde encontraban las beguinas la financiación para mantenerse?
Esa es otra de las cosas curiosas de las beguinas, ellas nunca recibieron donativos, se autoabastecían, eran mujeres que producían sus alimentos. Cada beaterio se dedicaba a algo distinto, unos a la producción de telas, velas, otros de manuscritos, papel. Aunque sí es verdad que muchos ayuntamientos, al ver su labor humanitaria, a veces les donaban terrenos para que se instalasen y favoreciesen a la ciudad.
R: Entonces, el pueblo sí las quería, ¿verdad?
Si, de hecho, a mediados del siglo XIV, en el concilio de Vienne en Francia, iban a condenar a las beguinas y prohibirlas dentro del mundo católico, y la mayoría de ciudades, sobre todo de los Países Bajos, Italia, Alemania o Francia, las protegieron, hasta el punto de que sobrevivieron hasta el siglo XXI, cuando murió la última de las beguinas.
P: Por lo que cuentas en tu novela, la mayoría de las beguinas fueron mujeres cultas y preparadas. De hecho, Margarita Porete fue quemada en la hoguera en París, en 1310, por la publicación del libro El espejo de las almas libres. ¿Tu libro es un homenaje a ella y a todo el movimiento de beguinas que sufrió persecuciones y torturas?
R: Sí, porque con ese libro, que era un libro teológico, lo único que pretendió Margarita Porete era mostrar la idea de un Dios que se acerca al hombre para salvarlo y que no hay que hacer todas esas ceremonias litúrgicas complejas ni hay intermediarios entre Dios y los hombres. Además, fue una aportación que ella basó en las Escrituras porque como las beguinas eran conocedoras de la Biblia, en una época en la que estaba prohibida su lectura, salvo para unos pocos teólogos, pues fue la cabeza de turco y el freno para que las beguinas cesaran este avance de demostrar que se podía poner el reino de Dios en la tierra. Al fin y al cabo, sus sociedades, sus grupos lo que pretendían y lo que buscaban era la armonía social, que cada una pudiese desarrollar sus dones, que no hubiese una desigualdad económica o social entre ellas, incluso crearon un modelo urbanístico, una pequeña ciudad dentro de una ciudad en la que todas vivían de una manera similar sin grandes diferencias de lujo, pero sí mantenían su individualidad y sus pequeñas propiedades. El libro tuvo mucho éxito y en la actualidad se puede conseguir. Ella fue perseguida por ser diferente y no encajar en ese modelo de sociedad medieval existente.
