Entrevista realizada por Nazaret Parrilla.
Jesús Antoñanzas, fotorreportero, premio nacional de fotoperiodismo Fujifilm 1994 por su trabajo en Bosnia entre otros premios y reconocimientos, llevaba desde 2010 sin hacer una exposición tan importante, pero después de siete años y mucho esfuerzo, ha conseguido sacarla adelante la muestra “El valor del agua”, medio centenar de fotografías tomadas a lo largo de más de 20 años en países como Ruanda, Ecuador, Mozambique, Guatemala, Honduras, Mauritania, El Salvador, Nicaragua, Panamá o Sudán, en una muestra que ha podido verse en la sala 4º Espacio de la Diputación de Zaragoza, hasta el 22 de enero y ahora inicia un periplo por 20 pueblos de la provincia zaragozana y si algún municipio está interesado no tiene más que comunicarse con él.
Antoñanzas (Zaragoza, 1966) lleva más de 30 años dedicándose a la fotografía como forma de expresión. Empezó en el oficio trabajando para Diario 16 Aragón, Heraldo de Aragón, El Periódico de Aragón, Diario Marca, Diario El Mundo y la revista Interviú. Pero su propio desarrollo personal le llevó a utilizar este medio, la fotografía, como excusa para conocer, comprender y compartir todo cuanto nos rodea, dentro y fuera de nuestras fronteras. Con sus fotografías defiende los Derechos Humanos y la justicia social, transmitiéndonos lo que sucede más allá de cada instantánea: “esta gente no le importa a nadie” son algunas de las palabras que ha resaltado el autor de las fotos. En esta exposición no sólo se muestra la importancia del agua, sino que también se expone el sufrimiento de aquellas personas que viven en los países más vulnerables.
Pregunta. ¿Cuál fue el detonante para poner delante de su cámara el agua como protagonista?
Respuesta: En el 2008 Naciones Unidas me pidió fotos que se expusieron en la sede de la ONU en New York; en ese momento, empecé a interesarme por aquello en relación con el agua. Cuando yo viajaba a los sitios fotografiaba todo, acompañaba a las mujeres y también a sus dificultades para conseguir el agua. En el 2010 la fundación Ecología y Desarrollo me contrató para documentar los problemas del agua. Ahí surge hacer exclusivamente un proyecto por y para el agua, en el que llevo trabajando tantos años, hasta ahora. La Sala incorpora garrafas con el peso real del agua que transportan las personas cada día; además, hay distintos mensajes que rodean las paredes y una música ambiental que acompaña a la estancia: “cada persona tiene una historia, pero eres tú quién tienes que sacarla” .
P. Usted afirma que la mujer es el motor de su trabajo, ¿por qué?
R: En mi proyecto hay un denominador común que rodea todo: la mujer. Es un poco el reflejo hacia la mujer en Ecuador, Guatemala… me siento pequeño ante todas ellas. Imagínate los kilómetros que recorren con las garrafas en un hombro y, además, con el niño en el otro. Muchas personas que han visto mi exposición me dicen: “pones en valor a la mujer”; no es que las ponga en valor, es que yo me he sentido pequeño delante de ellas.
P: Usted utiliza la fotografía para dar a conocer y denunciar lo que sufren tanto las personas como el medioambiente, ¿cree en la efectividad de este medio?
R: Ninguna foto en la historia de la humanidad ha cambiado nada en relación con los conflictos. Sí que crean una conciencia pequeña que crea acciones pequeñas, en eso estoy yo. No sé cuántos habrán pasado por la exposición, pero si de todas ellas ya hay personas que ven el grifo diferente, que lo valoran más… ya habremos conseguido algo. Ellos tal vez no puedan ayudar a las personas de aquellos países, pero pueden mirar a su alrededor. A veces, se puede ayudar sin necesidad de irse tan lejos. Mi principal objetivo es que vean qué es lo que hay detrás de cada fotografía. Todas estas personas son conscientes de que están luchando contra viento y marea, y aún así, su espíritu de lucha es mucho más fuerte que aquí. Aquí tenemos más herramientas y sin embargo, muchas veces, agachamos la cabeza.
P: En la exposición hay muchas personas sonriendo, más de las que hubiera pensado.
R: Eso es una cuestión mía personal, me va el optimismo y la lucha. Yo nunca disparo la foto y me voy; me relaciono con ellos e intento entender qué sucede en su mundo para contarlo a través de la cámara. Intento que la cámara y yo seamos invisibles. Muchas personas me han dicho que las fotografías les transmiten ternura. Pero sí que es cierto, aun con la forma de vida que tienen, su dignidad, agradecimiento y ganas de lucha son increíbles.
P: ¿Cómo es ver a esas personas que sufren tanto y, a su vez, a otras que miran hacia otro lado?
R: Mira, sólo tengo que decirte que en Guatemala, por ejemplo, la construcción de una planta hidroeléctrica es propiedad de empresas nacionales participadas con empresas españolas. Esto origina que 30.000 indígenas vayan a quedarse sin agua para montar ellos sus plantas, y eso que ya son personas extremadamente pobres. En Nicaragua la exportación de la caña seca los pozos, cambian hasta los cauces de los ríos para recogerlos, embalsarlos y regar sus plantaciones para sacar la caña de azúcar; ¿y sabes qué? la consecuencia es toda esta gente. Ellos siempre han vivido en estas zonas porque estaban cerca de manantiales, es su casa. Y entonces llegan otras personas con máquinas y sucede todo esto. Esta gente además trabaja para esas plantaciones de caña, y, cuando es el momento, fumigan todas esas plantaciones. Estas personas sufren enfermedades debido a ello, y muchas mueren, pero no tienen ningún servicio si eso sucede; si la gente enferma, se desentienden de ellos.
P: ¿Cuáles son tus planes para el futuro?
R: Quiero seguir con mi trabajo del agua, pero además quiero llevar a cabo uno nuevo sobre las migraciones climáticas a nivel mundial. Más de 70 millones de personas ya han tenido que abandonar sus hogares, pero no por conflicto, sino por medioambiente. Naciones Unidas ya lo cataloga como el fenómeno climático más importante de las próximas décadas.
Actualmente, estoy realizando un proyecto llamado “el ojo nómada”. Llevo un año documentando la despoblación en Aragón. Vivo en una furgoneta y voy por los pueblos fotografiando “la nada”: Purujosa, 1 habitante; Calcena, 10 habitantes… Es increíble lo que está sucediendo y hay que mostrarlo.
Edición: Elena Bandrés