Entrevista realizada por Carlos Peitivi.
Editorias: Mariola Conde y Elena Bandrés.
En Zaragoza se registran más de 4.000 urgencias por año. El equipo médico de bomberos puede atender en un día desde un parto, a un accidente de coche, pasando por un incendio, una pelea callejera o un intento de suicidio. Son situaciones más o menos fortuitas e inesperadas, aunque también deben enfrentarse a hechos que son provocados, como los atentados. Y esto es otra historia porque “te marca para toda la vida”. Armando Cester, jefe médico de bomberos, lleva casi 40 años en el oficio. Tres atentados de ETA a sus espaldas y muchas experiencias que contar. Algunas arrancan su sonrisa al recordar un final feliz. En otros casos alude a su vocación por la medicina para amortiguar los malos recuerdos. Tras toda una vida dedicada a los demás, en su balanza particular, pesa más lo positivo, tanto que, a pesar de llegar a la edad de jubilación, ha pedido una prórroga porque, dice, su trabajo es su pasión y “mientras aguante el cuerpo, aquí estaremos”.
-¿Cómo es un día en la vida de un jefe médico de bomberos?
Alguna vez muy tranquilo, y otras veces tremendamente duro y difícil, porque la emergencia tiene su propia vida, es autónoma. Puedes ir a trabajar y un día atender un parto, un accidente de coche con un conductor con traumatismo o puede ser un día más tranquilo, en el que tengas incendios de pisos o accidentes con heridos leves. La emergencia es caprichosa.
-Esa es una de las características de tu profesión, nunca sabes qué va a pasar en tu día…
Eso es una bendición, la monotonía está desterrada de una manera absoluta. Por una parte te puede saturar y llegar a sobrepasar, pero si eres profesional sabes llevarlo, porque si no el que lo paga es el enfermo. No hay día aburrido en mi profesión.
-¿Tienes algún recuerdo impactante de los atentados de ETA que te hayan marcado para toda la vida?
Sin duda. En lo general, yo llevo 39 años cubriendo emergencias, y estás muy acostumbrado a que haya un accidente de tráfico en el que alguien se ha dormido o incluso ha tenido un error, también un incendio en un piso. En cambio, un atentado cambia de paradigma. Aquí alguien presiona un botón y causa un daño irreparable a la gente, en su vida, en heridos, en sufrimiento. El hecho de enfrentarte como médico a este hecho te deja como una sensación muy extraña, indescriptible. Digamos que es algo “normal” que en el día a día haya accidentes, en cambio esto nunca entra dentro de lo normal, que alguien provoque esta barbaridad es algo que te deja marcado.
En lo particular, recuerdo cuando fui a la Casa Cuartel de la Guardia Civil, eran las 06:10, justo a la hora que cayó el bombazo. Llegué y me llamaban: “Armando, Armando, Armando” entre los escombros. Me dijeron que había una mujer atrapada, metí la mano y le toqué el pelo. “Que me ahogo, que me ahogo”, decía. Cogimos rápidamente un equipo respiratorio y comenzó a respirar. Pero de repente, hubo un fogonazo de fuego provocado por el oxígeno y el fuego. “Me quemo, me quemo, me quemo”, gritaba. Los compañeros, corriendo, llegaron con una manguera. Echamos agua y aire mientras todo el mundo estaba desescombrado. Finalmente conseguimos salvarla. Todo esto sucedió en apenas unos segundos, si no estaría muerta. El tiempo en estas situaciones pierde su esencia. Recuerdo que todo fue gritos, humo, horror y familias gritando.
-¿Te has visto involucrado en más atentados de ETA?
El autobús que estalló de la Academia General Militar. Hubo bastantes heridos, pero “solo” un muerto, lo atendimos nosotros. El de la Casa Cuartel, sin embargo, fueron 11 muertos y 40 heridos, entre ellos 3 o 5 niños. Recuerdo una niña rubia que sacamos de entre los escombros. Hay cosas que se te quedan muy grabadas, no somos máquinas. Luego también la bomba del aparcamiento de El Corte Inglés, donde no hubo heridos. Hubo un momento peligroso en el que dijeron que había una segunda bomba que ponían como trampa. Pasamos un poco de miedo. Finalmente, lo de la segunda bomba era mentira. Por suerte “solo” me ha tocado vivir estos tres atentados.
-Como jefe médico de bomberos, ¿cómo viviste esos años de temor por ETA? Imagino que no es lo mismo ir a trabajar ahora que en aquellos años.
Vas igual, lo que pasa es que siempre piensas que las cosas no te van a ocurrir a ti. La gente piensa que no va a tener infartos o accidentes de tráfico. Siempre piensas que los atentados de ETA iban a pasar en el País Vasco. Yo cada vez que salgo y le doy un beso a mi mujer, nunca sé a qué voy y si voy a volver. Siempre desconoces lo que te va a suceder. Hay que admitir que siempre es más duro cuando te enfrentas a un hecho que ha provocado alguien y que no ha sido fortuito.
-Dejando atrás el tema ETA, ¿hay alguna emergencia que te haya marcado para toda la vida?
No tanto, pero en 39 años he vivido muchísimas situaciones de emergencia. Hay 4.000 urgencias de todo el servicio por año. Yo a veces digo que podría hacer un recorrido por Zaragoza y que en cada esquina he vivido algo. Lo comento con los compañeros y sonreímos porque para trabajar bien hemos asumido este tipo de cosas. Voy por Casablanca y recuerdo una chica anoréxica que se tiró de un cuarto piso, que al final sobrevivió y que ahora es voluntaria para ayudar a otras personas a superar la enfermedad. Otros que cayeron al canal y no los conseguimos salvar. No siempre tenemos éxito, es una medicina gratificante porque hay veces que salvas la vida de una persona, y otra no la consigues salvar haciendo exactamente lo mismo que con la que sí has salvado.
-¿Cómo te sientes después de no haber podido salvar a una persona pese a haber hecho todo lo que podías?
Lo superas porque si no, no vivirías. Es algo que aprendes. Tiene que ser vocacional, como cualquier rama de la medicina. Para mí es una pasión. Yo acabaría este 25 de noviembre con 65 años, pero he pedido una ampliación. Es algo que me llena y estoy a gusto en mi entorno de trabajo. Mientras aguante el cuerpo, aquí estaremos.
-Girando hacia la actualidad. Ahora se están intensificando los altercados en el mundo de la noche. ¿Estáis notando más siniestros que hace años?
Yo creo que siempre ha habido, va por épocas. No creo que haya más violencia que antes. Recuerdo épocas de sábado escalofriantes, por zonas como el casco, de Zumalacárregui, de San Juan de la Cruz. Estas zonas daban muchos problemas. Siempre hay un sector de la ciudadanía que bajo los efectos del alcohol actúa más en unas zonas que otras. Ahora estamos viviendo el problema de las bandas sudamericanas. No es que se vivan modas, es que se viven momentos sociológicos. Hubo un momento en la Transición democrática en el que algunos sectores había problemas con las drogas.
-¿Por qué destacas la Transición democrática?
Fue un momento sociológico inestable donde confluían problemas de agresividad. Momentos sobre todo de altercados ideológicos, problemas entre los ultraderechistas y los que anhelaban la democracia. En la época actual, yo creo que los altercados suceden por el tema migratorio, quizás por el tema de la inadaptación. Con la población árabe no tenemos tantos problemas, sin embargo, el mundo sudamericano es más agresivo. Por ejemplo, anteayer una puñalada a una chica pakistaní que se había casado por conveniencia. La chica no quería acostarse con él después de 2 años de casados y la quiso violar. No lo consiguió y le clavó un machete en la pierna. Te podría contar muchas cosas, 39 años dan para mucho.
-Además de ser jefe médico de bomberos, también eres profesor de teología y cofrade de la Semana Santa de Zaragoza. ¿Cómo gestionas todo a la vez?
Una cosa detrás de otra. Yo creo que la persona humana es como cuando a través de un cristal pasa una luz y hay una refracción de colores. La gente no somos monocolor, y eso es bueno. Por mucha vocación que tengas, por ejemplo, por la medicina, debes tener el resto de áreas de tu personalidad también cubiertas. En el plano familiar, del amor, en el plano de las relaciones con los amigos, de las creencias, de las ideologías. Creo que cada uno debe ocupar su espacio en cuanto a cantidad y calidad de lo que creamos. No creo en lo monocolor, aunque seas brillante en un aspecto, porque, aunque seas un extraordinario médico, a lo mejor las relaciones personales no las tienes resueltas. La vida es muy caprichosa, en cualquier aspecto te puedes dar un batacazo, pero así te puedes sostener en el resto de cosas para que te ayuden en ese aspecto en el que estás sufriendo un bache.